la atalaya/Rafael Gómez Parra
Hoja de Ruta hacia la nada
Israel fue concebido, desde el primer día de su nacimiento, como un
Estado guerrero, y hay pocas probabilidades de que deje de serlo

La paz en Palestina tiene poco futuro si se atiende a lo que ha pasado en los últimos cincuenta años en esa pequeña parte del mundo, donde judíos, cristianos y musulmanes llevan más de 1.700 años de luchas, sin que nadie pueda comprender en buena ley porque una tierra dura, poco provechosa en cuanto producción de ningún tipo: ni agrícola, ni mineral, ni siquiera petrolífera, ha dado tantos quebraderos de cabeza a la humanidad.
Los místicos hablan de un halo especial que hace que esta tierra fuera primero prometida a los judíos, cuando estaban bajo el dominio de los faraones; luego entregada a los romanos, cuando estaba en manos de los fariseos judíos; más tarde ocupada por los árabes, cuando se comenzaban a venerar los lugares santos cristianos de Belén (nacimiento de Jesucristo) o el Monte de los Olivos; las Cruzadas cristianas contra los imperios árabes y otomano duraron prácticamente mil años, justo hasta que el imperio británico se apoderó de Jerusalén y acabó entregándoselo a los sionistas europeos y norteamericanos que llevaban cincuenta años reivindicando "la vuelta a la patria judía".
Hubo una época en que los propios sionistas se dividieron y parte de ellos estuvieron a punto de aceptar cambiar Palestina por Uganda, pero el ala más dura de los patriotas judíos ganó y los sionistas formaron el Estado más fuerte y duro que ha habido en la historia de la humanidad moderna, hasta el punto de que muchos israelíes han llegado a acusar a su propio Gobierno de usar tácticas de genocidio parecidas a las que llevó a cabo Hitler contra judíos, gitanos y, en general, miembros de las razas no arias.
Poca gente sabe que los primeros manuales de terrorismo escritos en el siglo XX pertenecen a los sionistas que utilizaron estas tácticas criminales en Jerusalén y otras ciudades cercanas para expulsar tanto a los colonizadores británicos –que habían sustituido al imperio otomano- como a los ciudadanos musulmanes. Fueron los dirigentes sionistas de "Exodo", que luego se transformaron en ministros y hasta jefes de Estado, los que afirmaron en estos manuales que "el terrorismo cuanto más generalizado y cuanto más víctimas inocentes mate, mejor", porque, en palabras de los maestros del terrorismo, si matas a un general o a un ministro, el sistema lo puede reciclar sin problemas, pero si cunde el terror entre las masas, éstas presionarán a sus gobiernos para que acepten las condiciones de los terroristas. De este modo consiguieron los sionistas que los ingleses abandonaran Palestina en manos de los israelíes, que los jordanos prefirieran refugiarse al otro lado del río Jordán o que los egipcios decidieran abandonar el Sinaí, además de convertir en un campo de batalla las calles libanesas de Beirut.
Por eso, tanto árabes como israelíes moderados son muy poco pesimistas ante el plan conocido como "Hoja de Ruta" y pactado entre Estados Unidos, el sheriff de la zona, la Unión Europea, que siempre hace el papel de intermediadora sin ningún éxito, la ONU, que acaba de ser menospreciada en la guerra de Irak, y Rusia, golpeada ella misma por el terrorismo nacionalista checheno.
El acuerdo parte de dos premisas muy concretas: que los palestinos acaben con sus grupos más extremistas, pasando a un segundo plano Yasser Arafat, en beneficio de los palestinos pro occidentales de Abu Mazen. Y que Ariel Sharon deje de atacar los territorios palestinos y saque a los colonos ilegales que se han ido instalando fuertemente armados en los últimos veinte años en las zonas ocupadas. El primer punto ya es difícil de conseguir en una sociedad, la palestina, donde hay familias que tienen quince o veinte muertos, asesinados o torturados por las tropas israelíes. Intentar que los supervivientes crean en la paz y acepten vivir junto o, al menos, cerca de sus enemigos, es tarea casi imposible, si la comunidad internacional no se vuelca en su ayuda y si no se vuelve a producir otra matanza, siempre "justificable" por parte de quien tiene la sartén por el mango.
El segundo punto, que Sharon consiga que los israelíes, acostumbrados a ser ciudadanos armados, casi militarizados, se avengan a aceptar las leyes internacionales, es también extremadamente costoso, sobre todo porque la demografía va en su contra, una vez que las grandes oleadas de judíos que llegaron en los años cincuenta, sesenta y setenta, desde todos los países de Europa, América y hasta Africa, se ha ido reduciendo a un pequeño goteo. Israel fue concebido, desde el primer día de su nacimiento, como un Estado guerrero, y hay pocas probabilidades de que deje de serlo.