villa y corte/Alberto Delgado
Basuras
El ser humano es un gran productor de desechos, materiales y morales
En una gran ciudad como Madrid el volumen de basuras es enorme. Una parte puede ser reciclada, y a ello invitan nuestras autoridades municipales. Es significativo comprobar cómo un distrito popular, habitado por gentes modestas y de clase media, como el de Arganzuela, ha sido merecedor del Premio Amarillo 2002, que concede el Area de Medio Ambiente al distrito cuyos habitantes reciclan mejor sus basuras.
Y resulta triste, pero aleccionador, que barrios que presumen de alto nivel de vida, como Mirasierra, tengan sus calles llenas de excrementos caninos. La culpa no la tienen, por supuesto, los perros, sino sus amos, que no tienen el menor escrúpulo en ensuciar las aceras y los alcorques de los árboles, sin dignarse a recoger los excrementos. Las campañas de concienciación del Ayuntamiento, el reparto de bolsas especiales para la recogida, y la actuación de las denominadas motos-caca no logran evitar la imagen de suciedad de la zona. Está visto que la educación a veces está reñida con el dinero.
Si en una gran ciudad como Madrid nos saltamos a la torera las normas de convivencia, tendremos una capital difícilmente soportable a causa del ruido, la violencia, la insolidaridad, la suciedad y el abandono. Corremos el riesgo de convertir Madrid en un gigantesco estercolero, lleno de basuras materiales y de conductas que se suman a los desperdicios. La porquería alcanza a todas las clases sociales, pero resulta más repugnante cuando alcanza a personas que, por su envidiable posición económica y social, deberían dar ejemplo.