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Seymour Hersh, periodista de moda

Es el periodista más importante del mundo. No por lo que gana, sino por lo que influye. Sobre todo en las guerras y atentados que ensangrientan el planeta. Seymour Hersh -quien desveló la matanza de May Lai (Vietnam) en 1969 y la existencia de torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib en 2004- trae estos días de cabeza a la Administración Bush.
Por muchos motivos. El último y más sonado es un prolijo artículo, que salió a la luz el 4 de marzo en la elitista revista The New Yorker, donde afirma que EE.UU. tiene ya planificado el bombardeo a Irán y que sólo se espera luz verde de la Casa Blanca. Bush lo niega, pero el perseverante Hersh asegura estar convencido de que no concluirá su mandato sin intentar meter en vereda al fanático Ahmadineyad y los ayatolás.
Hersh es de origen judío, nació en Chicago hace 70 años y comenzó su andadura periodística como cronista de sucesos. No llegó a Washington hasta los 35 años, pero se hizo notar enseguida. Sobre todo por sus reportajes sobre la CIA. No todo en él es trigo limpio. El neoconservador Richard Perle ha llegado a calificarlo de "terrorista", por poner en peligro vidas de jóvenes norteamericanos, por las atrocidades que suele atribuir a los soldados del Pentágono. No hace mucho, en Montreal, Hersh soltó: "No he visto nunca un ejército tan violento y asesino como nuestro Ejército en Iraq".
Una de las grandes paradojas de este periodista que marca de forma tan intensa el curso de la guerra, es que jamás ha ejercido como reportero de guerra –en sentido estricto- y que apenas ha visto soldados de carne y hueso. Eso no le quita mérito. El autor de la mayor exclusiva de la II Guerra Mundial, tampoco estuvo en frente alguno. Se llamaba William Leonard Laurence, había emigrado a Estados Unidos desde su Lituania natal y tras coger su apellido de un cartel que atisbó en una calle de Boston, se matriculó en Harvard.
En agosto de 1945, ya con 51 años y a pesar de ser redactor de la sección de Ciencia de The New York Times, no parecía que William fuera a dar ya grandes titulares. Pero los dio. El, tras seguir de cerca y sin filtrar detalle los pasos que se daban en el desierto de Nuevo México para hacer la bomba atómica, fue el único periodista del mundo que vio despegar al Enola Gay rumbo a Hiroshima. Su crónica llenó 10 de las 38 páginas del periódico del día siguiente bajo el título: "Primera bomba atómioca lanzada sobre Japón, el proyectil equivale a 20.000 toneladas de TNT".
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