La presidenta de la Comunidad madrileña y el alcalde de la capital ya saben a quien se van a enfrentar en mayo de 2007 en las urnas: al presidente y secretario general del PSOE, Rodríguez Zapatero, y a los dos que le acompañen en los carteles.
En el PP saben que la campaña va a estar dirigida por
José Blanco (hace meses el secretario de organización del PSOE afirmó rotundo que a esa tarea iba a dedicar lo mejor de sus esfuerzos, y que él no había perdido ninguna elección hasta el momento ) y que el icono que va a estar presente en todos la publicidad, en todos los mítines y en todas las apariciones públicas que sean necesarias va a ser ZP.
Acompañado de los dos primeros de cada lista. Y si en la autonómica parece “seguro” el nombre del contrincante de Esperanza Aguirre, que sería el de Rafael Simancas, en la municipal las dudas del actual alcalde y de su equipo están más en el interior que en el adversario.
Presidenta y alcalde decidieron hace meses que sus desavenencias y las de sus equipos debían “lavarse en casa”. Y no hay lugar y ocasión donde Aguirre y Gallardón no se muestren efusivos y contentos. La realidad va por otros derroteros, sobre todo cuando se baja a los segundos y terceros niveles. Para empezar, dentro del equipo del Ayuntamiento, Ruíz Gallardón debe convencer a su mano derecha, Manuel Cobo, para que siga, ya que de marcharse –como quiere desde hace meses- él tendría que afrontar una pelea para que no le “ocupasen” el número dos. Pelea dura contra la presidente de la Comunidad y del PP madrileño, y contra el implacable segundo de Aguirre, el vicepresidente Ignacio González.
Un vicepresidente que manda y mucho, pero que tiene conflictos con una buena parte de sus compañeros de Gabinete, ya sea por el poder que acumula, ya sea por sus deseos de estar en todas partes y controlar todo lo que se mueve en el Gobierno. Chocó primero con Francisco Granados, ha tenido roces con Alfredo Prada y con Juan José Güemes, no entra en los terrenos de Engracia Hidalgo o Merry del Val, y apostó por la recien llegada a Emigración, Lucía Figar, al tiempo que controla todo el aparato de Comunicación con Isabel Gallego.
Es casi imposible que Gallardón admitiese a Ignacio González como segundo. Y difícil que lo hiciese con Granados o cualquier otro consejero del actual Gobierno. Tiene a su propio equipo, desde Juan Bravo a Pedro Calvo, y además cuenta con la presencia de Ana Botella. Todo lo más, podría establecerse un pacto, una “tercera vía” en la figura de Pio García Escudero, el actual portavoz en el Senado que ya fue en las listas municipales, y que contaría con el beneplácito y hasta el aplauso de Mariano Rajoy. El resto es batalla pura y muy dura.
Aguirre necesita a Gallardón y al resto de los alcaldes del PP en la Comunidad. Muchos de ellos pueden “permitirse” el lujo de perder un concejal y seguir gobernando con mayoría absoluta. Son los casos de Jesús Sepúlveda en Pozuelo, de Bonifacio de Santiago en Las Rozas, de Luís Partida en Villanueva de la Cañada, todos en el granero de votos para el PP que es la zona noroeste. No pasa lo mismo en el resto, con alcaldes que pueden cambiar dado el estrecho margen de que gozan. Y no pasa lo mismo con la presidenta. Cualquier pérdida de votos en esas ciudades puede arruinar los actuales cuatro puntos de ventaja sobre el PSOE de que goza. Cuatro puntos que hace unos meses eran siete.
Desde aquí a mayo del 2007 cada mes va a ser una prueba. Si Simancas, desde el PSOE, pide que se le proclame candidato antes del verano para poder conformar una alternativa de gobierno con nombres propios que “vender” a los ciudadanos; Aguirre y Gallardón van a vivir cada acto público como un refrendo a sus posiciones y voluntades: en la Convención de marzo hablarán los dos, por detrás de José María Aznar, y para dar la medida de sus ambiciones y sus posiciones dentro y fuera del PP. Y antes, en el homenaje a Manuel Fraga, el próximo día 25, para adelantar lealtades en torno a los tres presidentes que se darán cita: el fundador, al que se “despide” hacia el Senado; el que llevó al partido al triunfo, a la mayoría absoluta y a la pérdida del poder; y el que recogió el testigo en una de las peores situaciones posibles. Fraga, Aznar y Rajoy. Esperanza Aguirre siempre se ha llevado mejor con el segundo. Ruíz Gallardón fue segundo del primero en los difíciles años ochenta. Y los dos se disputan el acercamiento al tercero, siempre con sus propios sueños de sucesión en la cabeza.
A quince meses de las elecciones, la ventaja está del lado del PP. Gobierna la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital y tiene dos candidatos sólidos y estables, sin que las peleas y dudas internas interfieran en la relación con los ciudadanos, por más “trampas” que le coloque el PSOE. Los socialistas dejan entrever muchas dudas, sin que aún se sepa cual va a ser su apuesta definitiva. Y eso siempre se paga en las urnas, por más ZP que aparezca en los carteles.
[email protected]