El hombre del "¡Viva la coca!"
No tiene la trascendencia que tuvo aquel “¡Viva la Pepa!”, que hicieron célebre los partidarios de la Constitución de Cádiz, pero el primer grito de Evo Morales pasará a la Historia. Apenas confirmarse que había ganado las elecciones y que se convertía en presidente de Bolivia, no tuvo otra ocurrencia que arrimarse al micrófono y soltar un rotundo: "¡Viva la coca!".
No es que Morales esté a favor del consumo de estupefacientes. Lo que pretendía, en unos momentos en que su país y otros de la zona son culpabilizados de los males que acarrea el narcotráfico, era reivindicar el cultivo de unas hojas que los indígenas, y campesinos del altiplano andino siguen mascando, para soportar el hambre.
La entrada en escena de Evo Morales ha sido tremenda, pero el personaje sigue siendo una incógnita. Más de un periódico español, afirma que estamos ante una reedición de Hugo Chávez. Es un error de bulto, por mucho que el ingenuo Morales diga que sus ídolos son Fidel Castro y el presidente venezolano, Bolivia no tiene el crudo con el que cuenta Venezuela.
Ha dicho Morales que nacionalizará los “derechos de propiedad” de los yacimientos de gas y petróleo, lo que provocó que las acciones de Repsol perdieran un 2,3% en la Bolsa, pero una vez que se aposente en residencia presidencial boliviana comenzará a hablar y actuar con más recato. Evo Morales es un personaje sacado de una novela del mejor Gabriel García Márquez. Tiene 46 años y parece más viejo porque la vida no ha sido cariñosa con él. Cuentan que de niño, acuciado por el hambre, se colocaba en el borde de la carretera y recogía las cáscaras de las naranjas que arrojaban por la ventanilla los pasajeros de los autobuses. Tardó en aprender a leer, porque tuvo que trabajar desde niño, como pastor de llamas o haciendo ladrillos, con barro y paja. Después fue panadero y en las fiestas, dentro de una banda folklórica, actuaba de trompetista.
En medio de una de las terribles sequías que asolan los Andes, su familia emigró hacia las tierras húmedas y calientes de Chaparé, en el centro del país. Allí se cultiva la coca y fue a eso a lo que se dedicaron los Morales.
Evo estudió, hablaba bien, tenía carisma y empezó a destacar. A los pocos meses se ha había transformado en un líder local. Eran tiempos en que la DEA norteamericana imponía su ley y raro era el año en que los aviones fumigadores o las patrullas militares no arrasaban miles de plantaciones.
En ese ambiente, cuajado de represiones Evo fue ascendiendo escalones, primero como secretario de Deportes del sindicato cocalero, y después, desde 1997 como diputado en la Cámara boliviana. Expulsado del Parlamento en enero de 2002 por protestar contra la erradicación del cultivo de coca, retornó con mas fuerza en las elecciones de mediados de ese año en las que su partido, se hizo con la quinta parte de los escaños del Congreso.
En los tres últimos años, su nombre ha estado ligado a las protestas que han agitado Bolivia. La incógnita es si seguirá recordando aquel tiempo en el que recogía cáscaras de naranja para comer.