Iglesia y sociedad
Llegan los fríos del invierno, y en Madrid sigue habiendo centenares de personas sin techo, que no podrán seguir durmiendo en la calle sin poner en peligro sus vidas. El dispositivo de albergues y centros de acogida, públicos y privados, está preparado, como todos los años.
En la atención a las personas necesitadas, la Iglesia Católica ocupa un lugar destacado. Por eso las críticas a las aportaciones del Estado a la Iglesia, y la polémica de subvenciones a centros concertados en relación con la Educación no están contemplando la realidad de la situación con perspectivas realistas.
Desde un prisma de objetividad, la Iglesia aporta al estado mucho más de lo que recibe de éste. Ya sabemos que la Constitución española es laica. Pero el artículo 16 del texto constitucional señala que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española, y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica. Esta cooperación es mejorable, sin duda, pero también necesaria. No es bueno caer en argumentos demagógicos. El Gobierno está aportando una cantidad complementaria a la contribución que los fieles hacen a la Iglesia Católica en su declaración del impuesto sobre la renta. Lo que no está claro es que el porcentaje establecido sea el más adecuado.
En cuanto a la contribución de la Iglesia Católica al Estado, en asistencia social, educación, en cuidado de pobres y de enfermos, si ésta no existiera el Estado se vería en serios problemas para reemplazarla. Por poner un ejemplo, más de la mitad de los centros de día y comedores para personas sin hogar en nuestro país pertenecen a una entidad religiosa, mientras que la aportación estatal apenas alcanza el 15% del presupuesto de la Iglesia Católica.
No sé como quedará el texto de la nueva Ley de Educación, pero si no existieran los centros de la Iglesia Católica dedicados a la enseñanza, la educación en nuestro país pasaría de ser un caos a un imposible. A la vista de todo esto, cabe preguntarse ¿Quién debe más, la Iglesia al Estado o viceversa?