Villa y corte/Alberto Delgado
Preparados para todo
El incendio en el edificio Windsor, en pleno corazón de Madrid, ha sido uno de los más espectaculares de los últimos tiempos, aunque, afortunadamente, sin víctimas. De lo sucedido pueden extraerse algunas lecciones, entre ellas:
- El riesgo de incendio en grandes rascacielos, ahora que se van a construir cuatro grandes torres en los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, debe afrontarse extremando las medidas de seguridad. Las dificultades de los bomberos para acceder a las plantas altas, la insuficiencia de las mangueras para alcanzar esa altura, exigen unos sistemas de prevención cada vez más perfeccionados.
- El comportamiento de los servicios municipales puede calificarse de excelente. Desde los bomberos, de la capital y de las localidades cercanas, luchando contra el fuego con seriedad y profesionalidad, al Samur, que acudió con rapidez al lugar del suceso, estableciendo hospitales de campaña en previsión de posibles víctimas, hasta la Policía Municipal, que acordonó la zona y evitó que cundiese el pánico en ningún momento. El Gobierno regional y el de la capital, con Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón a la cabeza, estuvieron al pie del edificio siniestrado. Hubo coordinación de esfuerzos, serenidad y eficacia.
- El edificio resistió en sus estructuras, porque un desplome de esa mole envuelta en llamas hubiera podido afectar a los inmuebles colindantes. Lo ocurrido, pese a ser grave, no es nada si pensamos en lo que podría haberse producido. Aún no conocemos con certeza las causas del incendio, pero es evidente que algo falló.
Madrid ha demostrado, el pasado fin de semana, como lo hizo en los terribles atentados de marzo del año pasado, estar preparada para grandes contingencias, con equipos coordinados y eficaces. En esta ocasión, los daños materiales son cuantiosos, pero pueden repararse. Lo que no se puede reparar es la pérdida de vidas humanas que, afortunadamente, en este caso no se produjeron.