pasaba por allí/Olga Heras
Hora del cambio interno en los partidos

El PP ha pagado en una noche las facturas atrasadas de su talante en la gestión de los asuntos públicos en los últimos años de gobierno. El Prestige, la guerra de Irak y, sobre todo, las trágicas consecuencias que se han derivado de ella, con la muerte de más de 200 madrileños en el criminal atentado del jueves 11 de marzo, han desalojado, de forma inesperada pero contunde, al partido de Aznar del poder, inaugurando una nueva era de gobierno y liderazgo político: la del socialismo de José Luis Rodríguez Zapatero.
Los populares se preparan ahora para digerir una derrota que pone fin a una época, la del aznarismo, y por ende a los liderazgos de quienes fueron encumbrados a la sombra de un dirigente, que ha ejercido férreamente un poder personalista, tanto dentro como fuera de su partido. Un cambio de rumbo en la vida política que va a producir importantes cambios en la estructura del Partido Popular, pero que va a tener también su propia traducción interna en el PSOE, vencedor indiscutible de estos comicios, y en una Izquierda Unida hundida en virtud del voto útil.
Los nuevos valores del PP
El futuro del PP, desde que Aznar tomara sus riendas hace quince años, vuelve a ser, como el de muchos de sus dirigentes, incierto. Rajoy, Zaplana, Arenas, Acebes, Mayor Oreja y Rato han personificado la estela de quien durante la última década ha brillado omnipotente en el Partido Popular, pero precisamente por ello, los prohombres del partido están llamados, si nada lo remedia, a eclipsarse junto a un Aznar, obligado en el último momento a abandonar la Moncloa por la puerta de atrás.
Herido de muerte el aznarismo, el PP va a librar una dura batalla para determinar quiénes pilotarán el partido tras la debacle electoral. La vieja guardia popular parece abocada a una forzosa jubilación, aunque en el caso de Rato, éste podría hacer valer su influencia en la Comunidad de Madrid e intentar aglutinar en torno a él un importante número de dirigentes, siempre y cuando no consiga dar el ansiado salto al Fondo Monetario Internacional.
El todavía ministro de Economía en funciones tiene un gran peso en las filas populares madrileñas, donde, además de sus propios efectivos, a los que dejaría "huerfanos" de liderazgo si emprende el camino al FMI, puede contar con el apoyo del sector liberal más próximo a Esperanza Aguirre.
La buena sintonía entre Rato y Aguirre quedó escenificada precisamente en el balcón de Génova el día en que esta última se alzó con el triunfo en la Comunidad de Madrid. Una relación fundamentada en el apoyo brindado anteriormente por el ministro a la entonces aspirante autonómica, frente algunas injerencias de Alberto Ruiz-Gallardón, al que curiosamente la derrota de Rajoy brinda de nuevo la oportunidad de convertirse en el futuro líder del Partido Popular.
Refrendado por tres mayorías absolutas (dos en la Comunidad y otra en el Ayuntamiento de Madrid), Ruiz-Gallardón vuelve a ser uno de los valores más seguros a la hora de encabezar la renovación que se producirá en las filas del PP, aunque previsiblemente tendrá que competir para ello con los “jóvenes” dirigentes del Clan de Becerril, estrechamente conectados con la actual cúpula de este partido. Gabriel Elorriaga, Carlos Aragones, Ana Mato, José Ignacio Echaniz o Sigfrido Erráez son algunos de los nombres que figuran en tan “insigne” grupo, cuyo principal catalizador es Alejandro Agag, yerno del sumo sacerdote de la política popular hasta el pasado domingo, José María Aznar.
Los integrantes del Clan son un importante activo cara a una futura regeneración del partido, tienen apoyos y conocen de primera mano los entresijos y la organización interna, algo de lo que adolece el otrora presidente autonómico, que, no obstante, puede suplir esta carencia, siempre y cuando reciba la ayuda del presidente del PP madrileño, Pío García Escudero. En el debe de Elorriaga, Aragonés o Mato está el haber participado activamente en una campaña electoral que, en opinión de algunos dirigentes populares, ha sido mal llevada desde el principio.
Y Zapatero comenzó a reinar
De la noche a la mañana, todo el PSOE es “zapatista”, y quien más y quien menos espera que haya borrón y cuenta nueva para los anteriores agravios a una cúpula, la de Ferraz, que ha estado hasta ahora vapuleada por los acontecimientos.
El desenlace de las urnas era esperado con expectación por todas las federaciones socialistas, también por la madrileña, en la que dos veteranos como Joaquín Leguina y José Acosta llevaban meses trabajando para administrar el post electoral en la FSM. Tanto uno como, que en principio aceptarían que Simancas continúe como secretario general de la FSM, tienen como objetivo modificar la cúpula de la dirección socialista de Madrid, o lo que es lo mismo suprimir de ella a Ruth Porta y Antonio Romero, actuales responsables de Política Institucional y de Organización de esta Federación, respectivamente. Tanto en un caso como en otro, se les ha vinculado al Clan de Caja Madrid, liderado por Ramón Espinar, a quien en estos momentos se empieza a dar como un valor ya amortizado en el socialismo madrileño.
Aunque el triunfo de Zapatero puede ocasionar algún revés a Leguina, no en vano ha puesto alguna que otra piedra en el camino de Trinidad Jiménez que podrían pasarle factura, la posición de Acosta está, a priori, más consolidada, contando incluso entre sus fieles del Suecia con un miembro de la ejecutiva de Ferraz, Enrique Martínez.
Otro de los valores en alza en el PSOE de Madrid es el rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces Barba, cuyo nombre suena ya como ministeriable y que ha formado parte del grupo de notables de Zapatero en la campaña. Pero si alguien había fijado sus esperanzas de continuidad a la victoria de ZP, esos son, sin duda, los alcaldes socialistas más veteranos de la Comunidad de Madrid. José Luis Pérez Ráez (Leganés), José Caballero (Alcobendas) o Pedro Castro (Getafe) se habían enrocado en los últimos tiempos en el Federal ante el futuro incierto que la dirección regional de su partido les auguraba. Todos quieren continuar como cargos públicos y la clave para ello se llama Zapatero.
El vía crucix de Izquierda Unida
Las expectativas electorales no eran malas para IU. Se había trabajado con coherencia y con claros mensajes en un país de confusas consignas. Antes de producirse la debacle en las urnas, el peor de los supuestos que barajaban los hombres de Llamazares se ajustaba a unos resultados similares a los de 2000, incluso cabía la posibilidad de obtener un diputado más.
El martillo del voto útil cayó, sin embargo, inclemente sobre Izquierda Unida, abriendo con ello un difícil proceso interno en una coalición de por sí fraccionada. Llamazares se ha apresurado a poner su cargo a disposición de IU, y en Madrid, donde la coalición ha perdido un diputado, se vislumbra la amenaza de que se empiecen a cobrar agravios pendientes. Pelea que en un primer momento se ha centrado en la número tres de la candidatura por Madrid y alcaldesa de San Fernando de Henares, Monserrat Muñoz, quien tras no obtener escaño se ha atrincherado en la alcaldía, para descontento de un Julio Setién que daba ya por hecho ser el nuevo regidor de este municipio. Una refriega de momento sofocada por el coordinador regional de IU de Madrid, Fausto Fernández, que se ha apresurado a respaldar a Muñoz para que continúe en su cargo. El terreno en el que pueden empezar a dirimirse estas diferencias es la próxima Asamblea regional, prevista en torno al mes de junio.