La Portada
Un coloso entre las aguas del Yangtsé
Mónica Figueres/Pekín
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
La presa de las Tres Gargantas, que será la más grande del mundo y dará un gran impulso al comercio y a la producción energética en China, no está exenta de polémica. Ya ha provocado el desalojo de 600.000 personas, y tanto grupos ecologistas como historiadores denuncian los grandes daños que está causando.
Una obra de infraestructura del tamaño de la presa de las Tres Gargantas, que se está construyendo en China, desata amores y odios de magnitudes proporcionales a su gran volumen. Por un lado están los que no ven con buenos ojos que este coloso altere el paisaje natural y tradicional de la cuenca del río Yangtsé, que los chinos llaman Changjian (río largo), ya sea por motivos ecológicos, culturales o económicos, y, por otro lado, los que ven este proyecto como una posibilidad de desarrollo del país, tanto a nivel de producción de energía como de nuevas comunicaciones para el comercio.
La presa, que terminará de construirse en 2009, es como una barrera de 185 metros de altura y 2.309 de longitud, que llega a tener en algunos sectores de su base 181 metros de espesor, y que ha frenado la bravura del río. Tendrá 26 turbinas que podrán generar 18,2 millones de kilowatios. Además, dispone de una esclusa, que ya está en funcionamiento, compuesta por cinco escalones, que permitirá el paso de mercantes de hasta 10.000 toneladas y que hará posible que buques transoceánicos que salgan de cualquier puerto del mundo lleguen hasta el mismo corazón de China. El proyecto cuenta también con un ascensor de barcos de hasta 3.000 toneladas de peso. Todo un coloso que ha despertado interés y admiración entre los más prestigiosos ingenieros del mundo.
Los ecologistas aseguran que el hecho de que la presa pueda generar tanta electricidad como 15 centrales nucleares no justifica la masacre natural y ecológica que se está teniendo que llevar a cabo para ponerla en marcha. Además, creen que el proyecto es un “sarcófago” que la furia contenida de las aguas de Yangtsé se encargará de llenar de cieno y lodo hasta hacerlo reventar como venganza por alterar su cauce.
Los historiadores y arqueólogos también tienen razones para hablar de esta construcción como un “crimen”. El valor cultural que se está perdiendo en los pueblos sumergidos es incalculable y están desapareciendo gran parte de los vestigios históricos de uno de los países más enigmáticos del mundo.
Pero si la modificación del paisaje es importante, mucho más lo es la tragedia que supone para cientos de miles de familias el tener que abandonar su casa y sus tierras para huir a la gran ciudad, donde muchos de estos nómadas no encontrarán nunca su sitio. Los ancianos, que son los que más dificultades de adaptación encuentran, ya echan en falta la tierra de sus antepasados y se lamentan por no poder venerar a “sus muertos”.
¿Saldrá rentable la inversión que ha tenido que realizarse en la construcción de la presa? ¿Compensará realmente haber desalojado a miles de habitantes de los pueblos “sumergidos”? Dentro de cien años, según los expertos, será la fecha clave para poder sacar una conclusión definitiva. Hasta entonces, los diversos grupos implicados seguirán argumentando sus razones para estar a favor o en contra de esta gran infraestructura.