
Gallardón se la juega en el 2009
Con una cúpula directiva a la que se le está agotando el crédito que obtuvo en Congreso de junio, en Valencia, el PP se enfrenta a una eventual sustitución de dirigentes en la que el nombre de Alberto Ruiz Gallardón suena con fuerza. Pero la candidatura del alcalde de Madrid tiene serios obstáculos por delante. El regidor está jugando sus bazas. El resultado de estas maniobras se verá el año próximo.
Parece claro que a Mariano Rajoy se le está acabando el carrete que consiguió en el Congreso de junio del PP en Valencia. Fue un pacto entre caballeros por el que los barones locales –con la excepción de Esperanza Aguirre, que no quería resignarse- le dieron un nuevo plazo para intentar desbancar a José Luis Rodríguez Zapatero aprovechando la crisis económica que entonces se preveía y que hoy es ya una realidad mucho más dura de lo esperado. Todo el mundo estaba de acuerdo en que el primer plazo de la hipoteca que Rajoy tenía que pagar a sus sostenedores vencía en el verano de 2009, más o menos después de que se celebrasen las elecciones gallegas y las vascas, amén de las europeas.
El problema es que, a pesar de la dureza de la crisis económica y de los fallos de previsión del Gobierno socialista, que como decía el propio Rajoy en el Congreso: no acierta ni una, el PP no sólo no rebasa al PSOE en las encuestas de intención de voto sino que –como ocurre en la Bolsa- lo que gana en una semana lo pierde ampliamente en la siguiente. Los fichajes de Dolores Cospedal y de Soraya Sáenz de Santamaría no dan mucho más de sí. Son personas muy trabajadoras, pero que no alcanzan la expresividad que se espera de unas lideresas y su influencia en la opinión pública no sirve siquiera para llenar el hueco de sus antecesores, Acebes y Zaplana. El otro día hasta un periódico poco sospechoso de ser zaplanista como “El País” destacaba que el ex portavoz del PP en el Congreso fue el primero en calificar como inevitable la recesión económica –es decir la crisis con todas las letras-, y que entonces todo el mundo se le echó encima, calificándole de agorero y mal patriota.
Parece claro que Rajoy perdió en marzo de 2008 porque, como señaló Aguirre, se había convertido en un partido antipático a los ojos de la mayoría y que todo el mundo esperaba que al cambiar de táctica y no oponerse a todo iba a darle nuevas posibilidades, pero tampoco parece que la nueva táctica le ayude, con el agravante de que a lo mejor pierde algunos votos de su derecha más dura.
Lo que en el verano pasado era, pues, una probabilidad, que la sucesión de Rajoy se aplazaba un año, puede convertirse en los próximos meses en una necesidad acuciante si el líder del PP, a pesar de todos los errores del Gobierno de Zapatero, no consigue romper las encuestas a su favor. Una prueba evidente de la mala suerte de Rajoy es que hasta la patronal parecen fiarse más de Zapatero que del posible recambio. No hay hoy un zapatista más fiel que Emilio Botín, el rey de los banqueros. Así es difícil para un líder de la derecha subir enteros.
El propio secretario general de CC.OO, José María Fidalgo, al que le gusta distanciarse de los Gobiernos del PSOE porque no se fía, y además está en su propia campaña electoral para perpetuarse como líder del sindicato, ha calificado las últimas medidas del Gobierno como poco efectivas la mayoría y “a otras les falta un hervor”. Pues ni por esas, consigue Rajoy romper la roca de ZP. Le está ocurriendo al PP lo mismo que le pasó a Alianza Popular y el CDS en la década de los 80 cuando, en plena crisis industrial, con dos mil parados nuevos al día –frente a los 800.000 puestos de trabajo que había prometido Felipe González hacer- no consiguieron resquebrajar la mayoría socialista hasta que la derecha cambió de liderazgo y Aznar sustituyó a Fraga.
Y aquí es donde le llega la hora –no a Rajoy, que parece tenerlo todo perdido- sino a su sucesor más natural, el alcalde madrileño, Alberto Ruiz Gallardón, que tendrá que jugarse el todo o el nada el próximo año si quiere tener aspiraciones reales a convertirse en líder del PP, primero, y luego en presidente del Gobierno. Gallardón ha demostrado en las anteriores crisis del PP, especialmente en la que se gestó antes de las elecciones, pero también después, que tiene mejor imagen de cara a la galería y a la opinión pública, que en su propio partido. Si alguna vez pensó que el partido iba a aclamarle como presidente, sin necesidad de que tuviera que negociarlo, estaba equivocado. Bastó que Esperanza Aguirre le pusiera su veto para que Rajoy le negase ir de número dos de la lista por Madrid y se tuvo luego que tragar el sapo de convertirse en edecán del líder perdedor del PP para conseguir librarse de la presión de la presidenta madrileña.
Hay quien ha vaticinado incluso que Gallardón y Aguirre, viendo que ninguno de los dos puede eliminar políticamente hablando al otro, no tendrán más remedio que llegar a un acuerdo para decidir el sucesor de Rajoy, y que Aguirre acabará por aceptar a Gallardón. No deja de ser una posibilidad.
La otra, la que estaría jugando ahora el alcalde de Madrid, sería ir de cabeza de lista de las elecciones europeas –donde tendría grandes posibilidades de vencer al candidato socialista, Juan Fernando López Aguilar- y así “demostrar” que el PP puede ganar alguna elección al PSOE, aprovechando que en esos comicios los electores saben que no se juegan nada y pueden dar un toque de atención al Gobierno de Zapatero, si por entonces, como parece, no se ha arreglado la crisis económica. ¿Qué es lo que pediría Aguirre a cambio? No se sabe, pero conociendo los prontos que le dan a la presidenta, a lo mejor no le pide nada y se sacrifica por el bien del partido.
Sea como sea, es verdad que Rajoy se la juega en el 2009, pero quien puede tener su última posibilidad es Alberto Ruiz Gallardón, porque si espera a que le llamen por aclamación, a lo mejor se le pasa el arroz.