
Aguirre hace política a costa de los alcaldes del PSOE
Por si no fuera bastante con la avalancha de opiniones sobre quién se lleva el gato al agua en los debates, Esperanza Aguirre y Tomás Gómez parecen estar dispuestos a que la campaña electoral de Madrid se convierta en un auténtico despropósito colapsando los juzgados con mutuas demandas, y dejando a IU como la única formación, al menos así lo entiende más de un parlamentario madrileño de ambos partidos, como la opción menos radicalizada que se mueve por estos lares autonómicos.
Curioso cuanto menos, y prueba inequívoca de cómo están los ánimos a poco más de una semana de la revalida en las urnas. Unos pocos días en los que Aguirre ha puesto el cerco no sólo al alcalde de Parla, si no también al de Getafe, Pedro Castro, inclinando la balanza en el duro conflicto de la promotora PSG con el Ayuntamiento hacia los cooperativistas; al de Leganés, Rafael Gómez Montoya, dejando sin solución el caso Severo Ochoa; o al regidor de Alcorcón y candidato al Senado del PSOE, Enrique Cascallana, al que los populares alcorconeros acaban de poner una querella criminal.
El fair play de la jefa de los populares y su homólogo socialista ha derivado hacia un nuevo enfrentamiento judicial entre ambos partidos, que poco tiene que ver con el “talante” con que se inició está legislatura (ambos líderes han usado hasta ahora el guante blanco el uno hacia el otro) y mucho con las hostilidades que una y otra formación se manifestaron en la anterior etapa.
Jugando al bochornoso juego de las ofensas y los ofendidos, Aguirre y Gómez cruzan denuncias, aunque justo es decir que los primeros en refugiarse en el papel de víctimas de la supuesta “crispación” política ha sido el PP, al socaire de una protesta a las puertas del nuevo Hospital de Parla, en la que, dicen los populares, dos consejeros del Ejecutivo, Granados y Güemes, fueron hostigados por los manifestantes durante su visita al centro hospitalario. (Por cierto, los republicanos que se manifestaban no se cansan de decir, con poca repercusión también es verdad, que en ningún momento ellos agredieron a los consejeros y sí que, por el contrario, algún que otro manifestante fue víctima del celo de los guardaespaldas).
Sea como fuere, los incidentes de Parla han dado armamento al PP para poner de manifiesto que el desliz televisivo de Zapatero, “hay que tensionar”, es una realidad que los socialistas practican donde fuere, y más concretamente su secretario general de Madrid, Tomás Gómez, al que han llegado a acusar de “instigar” la pequeña revuelta. Poco importa que el líder de los socialistas no asistiera al acto y tuviera también su ración de descalificaciones por parte de agentes de la policía municipal, que se “colaron” de rondón en la manifestación a favor de la sanidad pública para protestar por sus cuitas laborales con el alcalde.
Con tales condimentos el enfrentamiento político estaba cantado, como también lo estaba que todo ello acabaría en los consabidos tribunales.
La mecha que faltaba para que este incendio político cogiera dimensión de despropósito ha sido el uso de Gómez de un vehículo policial para poder dar un mitin que tuvo que suspender por un aviso de bomba. Una acción la del alcalde que ha vuelto a poner en pide de guerra a Aguirre contra el secretario general del PSM, al que acusa de tener actitudes propias de “regímenes totalitarios como el de Cuba” . Para rematar la acometida, Granados ha tildado al regidor parleño de “comandante Gómez”.
Las acometidas de la presidenta del PP han tenido, eso si, la virtud de situar de nuevo en un primer plano de la política autonómica a un Tomás Gómez que trae de cabeza a más de un dirigente de su partido por el bajo perfil que ofrece en los últimos meses.
La poca proyección de Gómez hace temer que sea todo un síntoma de su falta de consolidación en el liderazgo del PSM, jefatura que tendrá que revalidar pasadas las elecciones generales.
El difuminado papel que está jugando Gómez, volcado más en estrechar lazos con Ferraz que en convertirse en alternativa al PP de Madrid, está dejando un espacio político a las ambiciones de otros dirigentes del socialismo madrileño (el nombre de Simancas se ha lanzado por Joaquín Leguina como uno de los aspirantes a destronar al actual secretario general).
Las elecciones van a ser una prueba de fuego para el liderazgo de Gómez, obligado a remontar con holgura los resultados de los pasados comicios municipales y autonómicos y a no perder tampoco pie respecto a las generales de 2004. Un fiasco en las urnas hará que sus detractores tomen definitivamente posiciones de cara al cónclave interno de Madrid.