villa y corte/Alberto Delgado
Madrid, megalópolis
Madrid acaba de ser la sede del XIV
Congreso de las patronales europeas
Madrid ha sido, esta semana, sede del XIV Congreso de la OPCE, organización de patronales de capitales europeas. Hace catorce años, CEIM, la confederación de empresarios madrileños, fue una de las cuatro capitales fundadoras, junto con París, Londres y Roma. Ahora ya son catorce, y con la ampliación de la Europa unida, dentro de unos años podrán llegar a venticinco.
La razón de ser de esta organización es el reconocimiento de los problemas específicos de los empresarios, por encima de la nacionalidad, por el hecho de ejercer su actividad en territorios que son capitales de sus respectivos Estados.
Las grandes capitales europeas son, además de ciudades que destacan por su monumentalidad y su historia, importantes centros empresariales. Madrid no es sólo la capital política, sino también la capital económica y de los negocios, el primer centro financiero del país, la sede de la inmensa mayoría de las multinacionales asentadas en España, y el primer centro inversor hacia el exterior.
Madrid es un lugar cada vez más atractivo para trabajar. Pero quizá no sea el lugar más atractivo para vivir. Se ha convertido en una megalópolis, una ciudad gigante, y por tanto en una ciudad incómoda. En los últimos años estamos asistiendo a un desplazamiento imparable de habitantes del campo y de pequeñas poblaciones hacia las grandes ciudades. Acuden en busca de un aumento en su nivel de vida, pero corren el riesgo de perder calidad de vida. Los expertos dicen que, en los próximos años, el setenta por ciento de los habitantes del mundo se concentrará en las grandes ciudades, lo que multiplicará sus problemas.