Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Toshikatsu Matsuoka era un funcionario discreto, un hombre silencioso y perseverante, que apenas hacia ruido y rara vez se hacía notar. Era ministro de Agricultura, Bosques y Pesca de Japón. No le debían de gustar mucho las fotos, porque la última imagen suya que han difundido las agencias corresponde a la Cumbre de Davos. Aparece sentado en un rincón, muy envarado y sin hablar con nadie.
Lo de Matsuoka es para reflexionar. No sólo porque apareciera ahorcado en el salón de un edificio reservado para uso y disfrute de los parlamentarios nipones. Parece que el ministro se ahorcó agobiado por la vergüenza o harto de un mundo en el que se consideraba maltratado e incomprendido. En ese hartazgo, bastante tuvieron que ver los periodistas.
Matsuoka tenía 62 años y desde hace varias semanas vivía bajo la sospecha. Desde la oposición se le acusaba de malversación de fondos y de haber cobrado comisiones ilegales. Y la prensa, que goza como un cerdo en un patatal cuando engancha uno de estos casos, se encargaba de aventar día y noche las imputaciones.
El ministro negó siempre la mayor. Se declaraba inocente y afirmaba haber actuado en todo momento "de acuerdo con la ley". En su comparecencia ante el Parlamento, en medio de un griterío infernal, rehusó hacer revelación alguna sobre los presupuestos de su poderoso y tentacular Ministerio.
El era un hombre del partido, uno de esos leales "samuráis" sobre los que se asienta la estructura del Partido Liberal Democrático (PLD), en el poder en Japón desde hace más de medio siglo.
Matsuoka había nacido el 25 de febrero de 1945 en Kumamoto, en el suroeste del país, medio año antes de que finalizase la II Guerra Mundial. A los 24 años, recién graduado como ingeniero agrónomo, ingresó en el Ministerio de Agricultura y, poco a poco, fue ascendiendo. Su carrera fue la de un clásico "funcionario nipón": modesto chupatintas, servicial jefe de departamento, probo director de oficina, eficiente director de división, efectivo responsable de planificación y así hasta la cumbre.
El salto a la política lo dio hace 30 años, como diputado en la Dieta nipona. Revalidó cinco veces el escaño y por fin, ya cerca de los sesenta años de edad, le nombraron ministro.
Nunca fue un personaje carismático, pero gozaba de bastante popularidad, porque había sabido oponerse con uñas y dientes a la liberalización de las importaciones de arroz y eso, en el Imperio del Sol Naciente, esa algo que los agricultores agradecen. Con lo que no pudo fue con la sombra de la duda. Tras escuchar por enésima vez que había aceptado donaciones de empresarios que optaban a proyectos públicos dependientes de su departamento y que además había metido la mano en la bolsa, cogió una soga, buscó una viga y se colgó.
Descanse en paz, Toshikatsu Matsuoka.