Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
En Francia es casi obligado. Chirac fue alcalde de París antes de llegar al Eliseo y Sarkozy, que aspira a sucederle, ha sido alcalde de Neuilly-sur-Seine. En España no se lleva y con la excepción del arrollador Ruiz Gallardón, que tiene bazas para convertirse en candidato a La Moncloa si Rajoy fracasa en 2008, no hay un corregidor que suene para presidente del Gobierno. Lo mismo pasa en Estados Unidos desde hace casi un siglo, pero la regla podría romperse con Rudolph Giuliani. Se trata de un personaje excepcional. Descendiente de emigrantes italianos, se ha casado tres veces, fue un fiscal feroz, ama el béisbol y no se pierde un partido de los Yankees, es católico aunque practica poco y se graduó cum laude en la facultad de Derecho. Buena parte de su biografía sería un lastre para competir por la Casa Blanca, pero a favor de Giuliani juega de forma decisiva el 11-S.
Su imagen, entre los escombros humeantes de las Torres Gemelas el día de los ataques terroristas, ha quedado grabada en la memoria de todos los norteamericanos. En aquellas circunstancias terribles, Giuliani demostró serenidad, solidaridad con las víctimas y capacidad de liderazgo. Para el electorado, ya ha probado lo más preciado: no es de los que fallan en los momentos difíciles.
En justo homenaje, la revista Time le eligió en 2001 "personaje del año". El anuncio de su candidatura a la presidencia no ha sido a través de Internet como han hecho los demócratas Hillary Clinton y Barack Obama. Tampoco en rueda de prensa como sus rivales republicanos John McCain y Mitt Romney. Giuliani ha aprovechado el programa de televisión de Larry King, en la CNN, y en plena entrevista, como quien no quiere la cosa, dejó caer que se lanzaba a la carrera presidencial de 2008. De refilón, criticó la estrategia de Bush en Irak, aunque no para pedir la retirada de tropas, sino para subrayar que EE.UU. entró en guerra con menos de las necesarias, que fue un error disolver el Ejército iraquí y que volvería a apoyar el derrocamiento de Sadam. Giuliani ha pasado a la historia por su eficacia como alcalde de Nueva York. Mientras ocupó el cargo, redujo un 57% la criminalidad, recortó 2.300 millones de dólares en impuestos y creó 450.000 puestos de trabajo en el sector privado. Sus debilidades son ser neoyorquino, estar a favor del control de armas, de los derechos de los homosexuales y de la legalización del aborto, tres espinosos temas que lo separan de los más conservadoras del partido. Para llegar a presidente hay que contar con el respaldo de la América profunda.