FIRMAS

La hoja de ruta del Rey

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Con el rostro más viejo y cansado, el Rey ha conseguido con su mensaje de Nochebuena más aceptación que nunca. No sólo entre los políticos, también entre los ciudadanos de a pie. La hoja de ruta que ha recomendado y pedido a los líderes de los partidos es bien sencilla: mantener la unidad de la nación, apostar por el diálogo entre las distintas fuerzas y buscar el consenso en los grandes temas de estado.

Don Juan Carlos agradó a los dos grandes y a casi todos los pequeños. Inconvenientes le pusieron Izquierda Unida, cada día más republicana y socialmente reivindicativa, y los partidos vascos. Incluso Carod Rovira y Artur Mas vieron positiva su llamada al sosiego y a volver a los valores que han hecho posible la transición.
¿Dónde está el problema?. Donde siempre: que las palabras del Rey son flor de un día, que a buen seguro, nada más regresar de las vacaciones, populares y socialistas se van a enredar en nuevas acusaciones e insultos, que los nacionalistas y los que no lo son quieren modificar en más o en menos 17 estatutos de autonomía, y que la integración de los inmigrantes va a ser difícil, costosa y de resultados inciertos. Son muchas más las cosas que nos separan que las que nos unen: en lo cultural, en lo social, en lo religioso y por supuesto en lo económico. Muchas barreras en una España que sigue sin estar segura de lo que es, de lo que ha sido y de lo que quiere ser.

El Rey ha "gustado" más que otros años a los españoles en parte por el contenido del discurso, y en parte por su forma de pronunciarlo. Su dicción, con paúsas y estilo más directo, ha mejorado y se ha hecho entender. Frases cortas, cada una con un mensaje referido a uno de los temas de actualidad. Y la falta de hilazón entre los temas se suplió con la sencillez del lenguaje. Un nuevo estilo ha llegado a la Casa Real: para mejorar en el mensaje, y para realizar una chapuza en la foto de felicitación de Don Juan Carlos y Doña Sofía con los nietos.

El Rey no pasa por las urnas. Su cargo no caduca cada cuatro años, ni debe hacer campaña alguna de promesas para ganar frente a un adversario que no existe. Se enfrenta a sí mismo. Y hasta hace pocos años era su actuación como cabeza de la Monarquía y de la Familia Real la que subía o bajaba sus acciones de cara al futuro.

Ahora, no. Ya no existe una única "Familia Real". Existen al menos cuatro, de hecho, aunque no de derecho. El Rey y la Reina; los Príncipes de Asturias; los Marichalar y los Urdangarín, títulos a un lado. La extensión, extiende los problemas, y la percepción de inoperancia de la mayoría de los miembros que componen el mundo de La Zarzuela. Ese hecho, imposible de obviar o derivar hacia otros ámbitos, irá en aumento en los próximos años y diluirá aún más la imagen de la Monarquía. Ya puede Don Juan Carlos colocar a su nieta Leonor en la glosa final de su discurso navideño, no será ella y ni siquiera sus padres los que consigan que deje de aumentar el número de republicanos entre las nuevas generaciones.

Esa "asignatura constitucional" se va a someter en los próximos meses a una dificultad añadida: la de los nuevos Estatutos y las innumerables declaraciones de "nacionalismo" que contienen, desde el catalán al andaluz pasando por el resto. Y si la idea de España es una idea débil,la de la Monarquía, aún más. Tal vez por eso, algunos dirigentes políticos, como el presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, no duda en unir ambos conceptos, Monarquía y España democrática como garantes de un futuro en paz para todos los españoles.

Es evidente y negarlo sería de avestruces que no todo quedó atado y bien atado en la Constitución de 1978. Tuvo un gran mérito, pero su desarrollo nos ha llevado al atolladero actual. Y podemos buscar culpables en el poder y en la oposición, en el centralismo conservador de Mariano Rajoy y en federalismo de doble o triple vía del presidente Zapatero. La realidad es tozuda.

La Constitución tantas veces mencionada y alabada va a cambiarse por voluntad de la clase política. De toda la clase política, ya que los gobiernos de las autonomías responden al PP y al PSOE, al PNV y a Esquerra Republicana, al BNG y a Coalición Canaria. En ese terreno deberá el Rey recuperar su tantas veces alabada habilidad política si quiere que la Monarquía perviva y mantenga el nivel de aceptación que él ha logrado para la institución. Y sus principales cómplices no están en el pasado. Hoy son Zapatero y Rajoy. Y mañana lo serán los que apenas han cumplido los 40 años. Los protagonistas de la Primera Transición, pueden influir en la Segunda, pero no dirigirla.

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