FIRMAS

Madrid, y cierra España

Raúl Heras

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
El presidente de la autonomía catalana es ya por más que méritos propios el gran filón que ha encontrado el PP para acelerar su recuperación política y su posible regreso al poder.
Pascual Maragall puede presumir de haber logrado con su irrefrenable deseo de "singularizar" a Cataluña dentro o al lado de España los primeros heridos en un enfrentamiento entre socialistas y populares.


Ha sido en el Ayuntamiento de Getafe, a cuyo pleno concurrieron militantes del PP de varios pueblos de la zona con banderas y gritos en defensa de la "nación española".

El president, que bajaba y salía cabizbajo de la tribuna de oradores del Parlamento catalán tras haber tenido que "olvidarse" de su particular, peculiar y familiar crisis de Gobierno, está cobrándose y con enormes plusvalías (negativas para el PSOE) el apoyo que en el año 2000 otorgó al por entonces candidato a la secretaría general de su partido, el casi desconocido diputado leonés, José Luís Rodríguez Zapatero.

Aquellos votos "contra Bono", que negociaron Miquel Iceta y José Luís Balbas, junto a otros del guerrismo, la defección de Felipe González, y la pésima estrategia electoral interna del que era presidente de Castilla la Mancha, lograron que la candidatura nacida en el salón de estar de Trinidad Jiménez se hiciera por nueve votos con el triunfo. Allí nació el problema que estamos viviendo todos por el empecinamiento de unos pocos, muy pocos, dirigentes socialistas de Cataluña.

A Maragall no le quieren ni en su propio partido. El PSC le ha dado un bofetón político de los que llevan a la dimisión salvo que pese más el sillón; y desde el PSOE le acusan de forma directa de todos los males que les aquejan y del enorme desgaste que están sufriendo. Si hablamos del Gobierno, más de lo mismo. Sólo le queda un apoyo y en clara disminución ante la contundente realidad que viven los socialistas cada día: el PP les empata e incluso les adelanta en los sondeos, y entre los ciudadanos ha calado el mensaje de que desde Cataluña y con el beneplácito del presidente se está intentando romper España. Este apoyo se llama Rodríguez Zapatero.

El líder del PSOE cree y así se lo ha transmitido a los suyos, que por disciplina no van más lejos en sus críticas públicas y privadas, que el futuro de España y del socialismo pasa por una nueva, más duradera y más profunda relación de las "nacionalidades" o "naciones" que conforman el estado con éste, o si lo llamamos como ZP con la nación de naciones que es nuestro país, y que siempre se ha movido desde la imposición y no desde el acuerdo, desde el centralismo monárquico y no desde la negociación y la suma federal, no desde la libre elección de cada una de las partes en lo que pudo ser y no fueron ninguna de las dos Repúblicas que brevemente conocieron los españoles.

Con esos mimbres, desde el Partido Popular han entendido que se juegan el inmediato futuro político de sus actuales dirigentes, y el más largo de la propia organización en sus aspiraciones de gobierno. Han "descubierto" las intenciones de Zapatero y sus más fieles ya han comprobado que el andamiaje de la estrategia de Moncloa es tan débil que puede desmoronarse si se insiste en golpear con contundencia en el lado más "vendible" y popular de todos, aquel en el que se demoniza a una buena parte de la clase política catalana, a una buena parte de los dirigentes socialistas, y a una buena parte del actual Gobierno.

Así se dejan a un lado los problemas y soluciones a la sanidad, a la educación, a la vivienda, a las infraestructuras, a las falta de competitividad de nuestros productos en un mercado cada vez más mundializado y abierto, a la necesidad de cambios en el mercado laboral…y así hasta los cientos de pequeños y cotidianos asuntos que son el día a día de los ciudadanos.

El efecto es pernicioso por partida doble. Por un lado aleja a los políticos (y a los periodistas y medios de comunicación que convierten ese debate de la estructura de España en el único debate ) de la sociedad a la que deben servir; y por otro lleva la discusión política al terreno final de la Constitución, del marco de convivencia que nos dimos todos en el año 1978 y que debería mantenerse fuera de la trifulca partidaria y electoralista, como uno de los grandes temas de estado en el que el consenso fuera la norma, y el debate coyuntural y preciso la gran excepción.

Si Mariano Rajoy ha encontrado en este tema, "su tema" para afianzarse al frente del PP, justo cuando más críticas estaba recibiendo y cuando su posición interna era más débil; Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, la presidenta de la Comunidad de Madrid y el al alcalde de la capital han descubierto que la "defensa de España" no sólo les proporciona imagen y liderazgo nacional, también les sirve para dejar a un lado sus diferencias profundas, sus enfrentamientos personales y de equipos de trabajo, y les proporciona una de las mejores armas para atacar al PSOE y a sus aliados de la izquierda a todos los niveles, desde el autonómico al municipal, ya estén en el gobierno o en la oposición. Madrid se convierte en el apostol Santiago que ilustraba la Reconquista de los cristianos frente a los moros. Madrid y cierra España.

Los dos, Esperanza y Gallardón pasan a convertirse en los mejores y más sólidos argumentos de Rajoy, dos segundos de lujo y eficaces. La presidenta madrileña como sostén de su propio brazo; y el alcalde como el ariete capaz de perforar territorios más inexpugnables. Los tres dando una imagen de unidad e ideario político común frente al desbarajuste y los enfrentamientos internos del socialismo.

raulheras@retemail.es

Noticias relacionadas