El Búho | Lunes 20 de octubre de 2014
Como en épocas pasadas, la aristocracia sigue haciendo negocios inmobiliarios y aprovechándose de gran parte de sus tierras heredadas. Iñigo de Arteaga, duque del Infantado, ha firmado un acuerdo con el Ayuntamiento de Manzanares El Real, en Madrid, por el que cede 10.000 metros cuadrados de su finca de Valdelospiés, a cambio del permiso necesario para levantar un panteón familiar, tal y como venía demandando desde hacía varios años.
A sus 64 años de edad, el actual duque, antiguo comandante de Iberia, mantiene algunas de las grandes posesiones heredadas de sus antepasados, la familia Mendoza. Sin ir más lejos, la finca de Valdelospiés que se ve afectada por el acuerdo con Teresa Monroy, alcaldesa de Manzanares, procede de los gloriosos tiempos medievales, en los que Don Diego de Mendoza, primer duque del infantado, tenía en Manzanares el Real la capital de sus dominios en la sierra madrileña.
Arteaga ha tenido que enfrentarse a distintos problemas derivados de la conservación del vasto patrimonio familiar. En varias ocasiones ha tenido que ceder o arrendar palacios y castillos, que apenas se mantenían en pie. El mal estado de los inmuebles le ha granjeado enemistades y pleitos, como el que mantiene abierto con la Diputación de Guadalajara. La Administración regional se hizo responsable de la rehabilitación del Palacio de los Duques del Infantado, pero a cambio de la cesión tuvo que construir un dúplex para Arteaga, con ventanas a los jardines de la que había sido su casa. También resultó polémico el traspaso de la propiedad del Castillo de Manzanares El Real. La Comunidad de Madrid tuvo que correr con los gastos de una costosa rehabilitación, que fue sufragada con fondos públicos, y que supuso prácticamente la reconstrucción completa del histórico inmueble.
Su hija Almudena tiene un libro de éxito en las librerías, una novela histórica acerca de la princesa de Eboli. No le faltaría qué contar si se decidiese a escribir sobre los extravagantes negocios de su padre.