Son la mitad del actual Gobierno, con una vicepresidenta que manda y que se ha convertido en una de las referencias ideológicas del nuevo PSOE. Han presidido el Senado y el Congreso y hacen lo propio en el Parlamento de Andalucía. Gobiernan con buena mano importantes ayuntamientos, como los de Valencia, Cádiz o Córdoba; y comunidades autónomas que lideran la economía nacional, como Madrid. Los partidos políticos han asumido el reto de llevar en sus listas electorales el 50% que representan en la sociedad española. Y en la judicatura van ascendiendo peldaños desde una base que ya han conquistado gracias a sus mejores calificaciones universitarias y opositoras.
Las mujeres van conquistando posiciones de poder y responsabilidad con prisas y sin pausas. Más fácil en el terreno político y administrativo y mucho más difícil en el de la empresa y los negocios. Basta con echar un vistazo a los consejos de administración de las principales empresas del país. Se descubre que de 500 personas que los componen, apenas catorce son mujeres. Es la gran asignatura pendiente. El último gran reducto de los varones.
El presidente Zapatero quiso ficharla para que le acompañara en su lista por Madrid, y el ex ministro Piqué descubrió su valía nada más regresar de Estados Unidos. Es un valor en alza en un sector tan exigente como el tecnológico. Al igual que Rosa García, Magda Salarich o Belén Amatriaín, en Citroën y Telefónica. Las hermanas Koplowitz y Ana Patricia Botín son fenómenos diferentes. Lo han tenido más fácil en sus inicios, hasta desembocar en sus actuales responsabilidades, pero han aceptado los retos con que se han encontrado: las primeras para separarse, diversificar sus actividades, invertir una y ‘aguantar’ los acosos empresariales, otra. Y preparar a una nueva generación que mantenga los imperios creados. La banquera, presidenta de Banesto, para demostrar que puede ‘suceder’ a su padre al frente de un gigante internacional como el actual Grupo Santander.
Existen más en multitud de escalones medios, y algunas están en estas páginas. No están todas las que son. Sí que son todas las que están. Sin ir más lejos, y como ejemplo, el ministro Moratinos, en su remodelación de embajadores, está contando con las mujeres para destinos duros, de los que ‘hacen carrera’, entre el desconcierto de algunos compañeros de Exteriores. Y la que fue titular del Ministerio, Ana Palacio, presidirá una de las más importantes organizaciones mundiales de estudio e intervención ideológica, gracias, entre otras poderosas razones, a sus más que buenas relaciones con la mujer que ahora mismo más poder detenta en la esfera política internacional: Condolezza Rice. La globalización tiene estos efectos beneficiosos.
Las mujeres son el futuro, el pasado en cambio lo escriben mayoritariamente los hombres. Uno de estros hombres-historia es Rafael Pérez Escolar, un abogado que lo ha sido casi todo en el mundo de las finanzas en España. En seiscientas páginas, once capítulos y una alegoría final, el juez, abogado y consejero Rafael Pérez Escolar se ha puesto en paz con su memoria, que es una nueva declaración de guerra a los que llama sus poderosos enemigos, aquéllos que le llevaron hasta el oprobio de la cárcel, algo que no ha olvidado, ni perdonado, y que explica la mayor parte de los adjetivos que acompañan a cada uno de los personajes que desfilan por sus páginas.
El libro es tan duro como el personaje, con tanta información como el personaje, con tantos juicios de valor como la propia historia de Pérez Escolar demuestra. No hay tregua para nadie, pues el autor no se da tregua ni a sí mismo. Son sus “Memorias” con mayúscula, la interpretación personal de su vida y de los que le han rodeado, de su papel en la vida pública de España por encima de lo que pudo ser y lo que otros pudieron ver. Demasiado generoso para sí, demasiado cicatero con el resto. Acido y sin contemplaciones del Rey abajo, con todos. Una vida intensa, mezclada con los más poderosos, vivida en primera persona, en los palacios y en los despachos de abogados, en las mansiones y fincas de caza y en la cárcel y en la sala vigilada de un hospital público.
Gran parte de los protagonistas políticos y económicos de los últimos 25 años desfilan por sus páginas y ninguno sale bien. Lo máximo que se puede esperar de sus juicios es una irónica y displicente benevolencia: de Don Juan Carlos a José María Aznar, pasando por Felipe González, Santiago Carrillo y Jordi Pujol. De Emilio Botín a Mario Conde y el resto de los banqueros. Del juez instructor del caso Banesto, Manuel García Castellón, al presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger. Así, sin respiro, hasta incluir a la CIA en un magma común que une en la incipiente e incierta transición política española el escándalo del “síndrome tóxico”, con el intento de golpe de Estado de los generales Armada y Milans del Bosch y el teniente coronel Tejero, y la entrada de España en la OTAN bajo el limitado Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. En la mente y memoria del escritor de su propia vida, todo es posible y todo es “conspirable”.
Existen dos libros o dos memorias, unidos en la relación temporal de los hechos. La primera acaba en el capítulo VI y es eminentemente política e histórica, trata sobre los últimos pasos de la Dictadura de Franco, la muerte de Carrero y el juramento del Rey ante las Cortes franquistas, hasta desembocar en la Democracia y en la constitución de los partidos políticos, con sus diferentes elecciones y el “debe” que Escolar coloca en la maleta de Aznar para su elección como presidente de Castilla y León. La segunda es más económica, y entra de lleno en la memoria interesada, lastimada, ofendida y acusadora que Pérez Escolar tiene de la intervención de Banesto por el Banco de España, su posterior compra por el Santander y el papel que jueces, fiscales, políticos y financieros tuvieron y tienen en todo el proceso.
Son numerosas las referencias a Washington y a Estados Unidos, y a su papel en la vida pública española, antes y después de la Democracia, al margen del color del gobierno de turno. Con rencores y denuncias que aparecen en cada una de las líneas, y un catalizador de casi todos ellos que se llama Emilio Botín, cuya presencia en la última mitad de las “Memorias” es de tal calibre que hasta se podría decir que el libro, sin esa presencia del banquero cántabro, no tendría sentido. En el presidente del Santander condensa el autor todos sus males y todas las maldades del mundo, justificando de esa manera su actividad en los juzgados desde que saliera de la prisión, y hasta una parte de su mala salud de hierro. Sin estar a su altura, el otro “enemigo” de Escolar es Jesús Polanco, el presidente de Prisa. Banca y medios de comunicación, dos sectores en los que Pérez Escolar ha jugado varias veces con éxito, hasta su choque frontal a raíz de la caída de Mario Conde.
En el libro está Pérez Escolar y su mundo. No está toda su memoria, ni interesadamente parece que lo pretenda. Es una selección aleatoria de lo vivido. Muy discutible, pero interesante de la primera a la última página. Es una crónica parcial y amarga del poder. Y una lección que el propio autor aprendió a un precio muy alto.
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