FIRMAS

Una extraña sociedad

Alberto Delgado

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La Sociedad Pública de Alquiler, aprobada en el último Consejo de Ministros, puede calificarse de muchas cosas, entre ellas de extraña. El objetivo, intermediar en el alquiler de 25.000 viviendas en nuestro país en el plazo de cuatro años, no creemos que vaya a resolver el problema de la vivienda, aún en el caso de que pueda cumplirse.

El problema tiene unas connotaciones más complicadas. Entre otras, la falta de una cultura de pisos en alquiler, que en España es muy escasa, a diferencia de otros países de nuestro entorno.

El Estado, a través de esta Sociedad, se convierte, en parte, en promotor y comisionista. Lo primero no es bueno; lo segundo, mucho peor. A cambio de que los propietarios de viviendas acepten contratar con esta Sociedad, se les va a garantizar la percepción de la renta, esté o no ocupado el piso, eso sí, quedándose la Sociedad con el 20% del importe del alquiler. Es un riesgo para el Estado, que se cubrirá con los correspondientes seguros. Pero los propietarios actuales ya tienen la posibilidad de asegurarse por el mismo concepto. Y, como ha puesto de relieve la oposición, en algunas autonomías controladas por el PP no se cobra por esta gestión.

En principio parece que esto representa una competencia, quizá desleal, con la iniciativa privada, y es lógico que las agencias inmobiliarias manifiesten su desagrado ante esta medida. La ministra Trujillo ha dicho que esta Sociedad no pretende suplantar al sector privado del alquiler. No será así, pero lo parece.

En cualquier caso, la oferta de unos miles de pisos en alquiler no es sino un pequeño paso, insuficiente, en un problema que sólo encontrará vías de solución aumentando la oferta de suelo urbanizado a precios asequibles, abaratando el coste final y equilibrando la oferta con la demanda. Pero mientras el suelo siga siendo la principal fuente de financiación de las corporaciones locales, será difícil que esto sea posible. Y mientras tanto, los precios de la vivienda, especialmente en las grandes ciudades, no paran de subir, ante la desesperación de los potenciales compradores.