Pasaba por allí/Olga Heras
Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
El acuerdo sotto voce que Rafael Simancas y José Acosta suscribieron a las mismas puertas del Congreso Regional se ha convertido en humo. El secretario general del PSM, casi desde el mismo momento en que fue ungido con el cargo, parece decidido a borrar del mapa socialista las familias que lo conforman.
Con muchas direcciones locales por constituirse, Simancas iniciaba el curso político poniendo en marcha su política de relevos en las cúpulas de las agrupaciones, con vistas a lograr la ansiada homogeneidad familiar del socialismo madrileño, certificando, de paso, la jubilación de algunos de sus veteranos dirigentes, como José Acosta.
Pero hacer reinar el simanquismo no está resultando tarea fácil, como lo demuestran las crisis surgidas en importantes agrupaciones, la más significativa, la de Vallecas. Pieza cotizada no sólo por ser una de las que tiene más solera y mayor número de afiliados, sino por estar bajo al tutelaje de uno de los prebostes del PSOE madrileño, el hasta ahora incombustible Juan Barranco, cuya atenta mirada ha seguido cada uno de los movimientos de esta agrupación, dirigida hasta hace pocos días por un Pepe García Ogalla, antiguo expecero, que trabó amistad con el actual senador del PSOE en el Ayuntamiento capitalino.
Pocos son los que aciertan a explicar negro sobre blanco la espantada de Ogalla, por lo que se alude a los siempre socorridos problemas personales para justificar una inesperada retirada de la escena política vallecana.
Abierto el deseado “melón” de Vallecas, la guerra estaba asegurada para alcanzar el liderazgo de la misma, regida bajo la “G” del guerrismo, pero con una denominación de origen propia; la del barranquismo. Hasta tres listas distintas llegaron a escenificarse en los preámbulos que antecedieron a la elección de la nueva dirección. Finalmente, sólo dos llegaron al difícil cara a cara; una, la encabezada por un bregado Pablo García (antiguo PASOC) y otra más oficialista encabezada por la veterana Concepción Aguillaume, “Chita”. Como aval de la primera, Barranco, integrado en la lista como aspirante a presidente de la agrupación, mientras que la segunda contaba con el tutelaje de Pedro Sabando e, incluso, de la ministra Cristina Narbona, no en vano Aguillaume, miembro de la ejecutiva regional del PSM, tiene muy buena sintonía con Trinidad Jiménez.
Pero Vallecas no es la única agrupación con graves “desajustes” internos. Alcobendas o Leganés, dos importantes bastiones del PSM, sangran también por sus heridas. Lo mismo ocurre en Torrejón de Ardoz, Alcalá de Henares o Fuenlabrada.
Pequeñas muestras de que la unidad y armonía que del PSM se intenta trasmitir de cara a la galería, tiene en realidad numerosos agujeros negros, el principal de ellos; la resistencia de los prebostes regionales socialistas a abandonar el juego político. Simancas ha demostrado dominio del campo y los vientos renovadores que soplan en todos los partidos le favorecen, pero no parece que vaya a tener fácil jubilar a sus mayores.