AUTONOMÍAS

El puente de Millau: una autopista en el cielo

La contraportada

Mónica Figueres/ Millau

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La construcción del puente más alto del mundo despierta tanto interés que se han organizado visitas guiadas, con un coste de 10 euros, para ver las obras. Los cimientos de esta gran infraestructura, que formará parte de la autopista 75 francesa, que conectará las ciudades de Clermont-Ferrand y Béziers, empezaron a levantarse en noviembre de 2001 y, según está previsto, la carretera podrá abrirse al público el próximo año.

Los 2.460 metros de longitud estarán suspendidos por encima del valle del Tarn, entre el Causse du Lararc y el Causse Rouge, mediante siete pilares de hormigón. Es precisamente el segundo pilar el que ha batido el record del mundo de altura en una obra de este tipo, gracias a sus 245 metros.

El viaducto de Millau es el último eslabón de La Méridienne (A-75) y servirá para solucionar en gran medida los problemas de retenciones del puerto de Engayresque, especialmente transitado en los meses de verano. El encargado de diseñar esta gran obra ha sido Norman Foster, galardonado con el Pritzker y autor, entre otros proyectos, del nuevo parlamento de Berlín, el aeropuerto de Hong-Kong, el Millenium Bridge de Londres, la Torre Collserola de Barcelona y el Metro de Bilbao.

La compleja geometría que ha utilizado para este puente, cuyos trabajos está desarrollando la empresa francesa Eiffage, el prestigioso arquitecto polivalente, representa también un gran desafío en materia de encofrados: las unidades de trepado están creadas para superar vientos de hasta 180 kilómetros por hora, las estructuras tienen que resistir presiones de hormigonado de 100 kilonewtons por metro cuadrado y en cada etapa se deben cumplir unos estándares de seguridad muy exigentes, como requiere la estricta normativa francesa.

Los operarios de las grúas y demás trabajadores aparecen suspendidos a varios cientos de metros del suelo, lo que está convirtiendo este proyecto en una experiencia única también para ellos que, seguramente por primera vez, disponen incluso de un ascensor para ‘subirse al andamio’.

Ante estas cifras, es fácil comprender que sean muchos los expertos interesados en ver las obras del viaducto de Millau, aunque gran parte de estos ‘turistas’ y curiosos no tienen nada que ver con el mundo de la arquitectura, la ingeniería, el transporte o la construcción. Los habitantes de Clermont-Ferrand, de Toulousse y Montpellier, que serán los más beneficiados con la apertura del puente, se agolpan cada día ante la oficina de turismo de Millau para poder ver las obras. Incluso llegan visitantes de Gran Bretaña, España o Bélgica, que reconocen, una vez han visto los trabajos de esta infraestructura faraónica, que se han quedado fascinados ante una autopista que recorrerá dos kilómetros y medio de cielo. Los profesionales de la construcción, los electricistas jubilados o los que simplemente están de paso y se acercan a la zona, han sido los primeros en recorrer ‘la carretera aérea’, hasta ahora desierta, pero dentro de unos meses serán millones de usuarios los que circulen asombrados por el viaducto más alto del mundo.