Gema Fernández
Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Hablar de viviendas, de ladrillos o de cualquier elemento relacionado con los sectores que tratamos habitualmente en estas páginas suena banal, tras los trágicos sucesos acaecidos en Madrid durante la pasada semana. El luto completo, el negro total cubre las fachadas de los edificios, las marquesinas de los autobuses y luce en las solapas de muchos de nosotros. S
imboliza la impotencia de los que hemos sobrevivido, viajando o no en los vagones de la muerte, el dolor de las familias que han perdido algún ser querido, la tragedia de las víctimas que luchan por sobrevivir en los hospitales, el intento de todos los españoles por seguir adelante, porque la vida sigue; eso sí, sin olvidar.
Quizá nuestros ojos se han secado por tanta lágrima derramada, pero en nuestros corazones sigue lloviendo, tan fuerte como lo hacía un día después de las explosiones, ese histórico día en que cientos de miles de españoles acudimos en masa, como riadas humanas a mostrar nuestra repulsa al terrorismo, sea del color que sea y defienda la ideología (si se le puede llamar así al asesinato) que defienda.
España seguirá llorando durante mucho tiempo, pero los españoles también hemos aprendido a decir NO. Un NO que cada vez se pronuncia más alto, desde más adentro, más firme. Un NO al terror, al asesinato, a la visión de un masacre como la vivida estos días. Un NO que sólo quiere negar nuestra afirmar nuestros deseo de paz.
De nada sirve tener una vivienda en la que morar, unos ahorros en el banco, o cualquier otra cosa, si nos falta la vida y la alegría para vivirla. Hoy estamos de luto.