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Monarquía y urbanismo

Gema Fernández

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
El Príncipe de Asturias se casa. Por fin todas las revistas del corazón, las emisoras de radio, las cadenas de televisión y los periódicos de todo el mundo, que no sólo los de ámbito nacional, cubren una noticia que se llevaba esperando desde hacía varios años, y sobre la que ya han corrido ríos de tinta.

Se preguntarán qué tiene que ver una boda real con el urbanismo, pues mucho. La ciudad elegida para acoger tan magno evento es la capital de España, una ciudad que, en los próximos años, se preveía llena de andamios y con zanjas y grúas como paisaje habitual. El motivo, el sueño de los madrileños, y concretamente del Ejecutivo municipal en pleno, incluida la oposición, de acoger las Olimpiadas del año 2012. Un evento para el que hay que rediseñar gran parte del urbanismo local.
A esto hay que añadir otros cambios urbanísticos, como el lavado de cara que desde hace unos años está dando el Ayuntamiento al centro de la ciudad, el soterramiento de la M-30, las nuevas viviendas, la Operación Castellana, y el túnel ferroviario que Fomento quiere construir bajo la Puerta del Sol para unir las estaciones de Chamartín y Atocha. Conocido como el “túnel de la risa” por el tiempo que lleva en proyecto sin ver la luz, puede que la boda real le haga volver a dormir en un cajón durante un año más. De hecho, el PSOE ya ha pedido que se paralicen las obras en el centro para preparar Madrid para acoger el primer matrimonio monárquico que se celebrará en la catedral de la Almudena, y la primera boda de uno de los hijos de los actuales reyes que se celebra en esta ciudad.