Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Una cosa es Uralita como empresa o grupo empresarial y otra distinta como valor que cotiza en Bolsa. Cada uno va por su lado. Esto pasa mucho. Y pasa porque los gestores no creen en los mercados de valores, aunque se les llene la boca de frases tan manidas como “crear valor para el accionista”.
Hay grandes compañías cotizadas que en absoluto reflejan en el mercado el verdadero valor de la empresa. Un ejemplo es Renault, ahora que está fuera del parqué. Durante el tiempo que cotizó ni siquiera lo hizo en el Mercado Continuo. Cotizaba... ¡en corros! Le pasa también a Volkswagen, a Bayer, a Campofrío, a Mapfre... incluso a algunas que cotizan en el Ibex.
Uralita fue un valor caliente durante el largo tiempo que su presidente anterior, Juan Miguel Antoñanzas, estuvo vociferando que la compañía era un bocado apetecible para quien quisiera lanzarle una OPA. Y la OPA llegó, aunque un tanto sui generis, desde la costa valenciana donde se cobijan los Serratosa.
Ahora, el mercado sabe que es una compañía con un accionista fuerte que, para más inri, es un clan familiar-empresarial. Es decir, todo lo contrario de lo que buscan los grandes fondos de inversión, que son los grandes inversores de los mercados y, por tanto, los que mueven los valores y, en definitiva, la Bolsa.
Casi nadie se fija ya en Uralita. “Es un valor demasiado pequeño y muy sometido al control del accionista principal. Eso le hace perder mucho atractivo para los inversores, tanto institucionales como particulares”, dice Ana Elorza, de Norbolsa. “Uralita se ha quedado como un valor para un tipo de inversor muy específico, el inversor de siempre, que busca más el dividendo que el potencial de revalorización, máxime en un momento bursátil tan complicado”, concluye esta analista cuya opinión resume el sentir de otros colegas consultados.
De hecho, desde que Uralita volvió a cotizar después de que la Comisión Nacional del Mercado de Valores las suspendiera para presionarla a que hiciera pública la ecuación de canje, tanto Uralita como Aragonesas apenas han hecho ajustes técnicos en sus cotizaciones para adecuarse a la permuta. Es una muestra del escaso interés que despiertan ambos valores para los inversores.