FIRMAS

Peor, imposible

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Es muy difícil que el presidente del Gobierno tenga un año tan rematadamente malo como el 2010. José Luís Rodríguez Zapatero ha visto como su prestigio político se derrumbaba, al mismo tiempo que su personalidad despertaba todos los recelos entre la clase política española, entre los líderes mundiales con los que se reunía y entre la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país. Estos últimos, encuesta tras encuesta, señalaban lo mismo: ZP era parte del problema y su presencia al frente del Ejecutivo hacia más difícil la salida de la crisis.

Si hace casi ocho años el líder del PSOE ganaba por sorpresa y se convertía en referencia de una nueva España, ahora todo el edificio que ha ido construyendo en ese tiempo se está derrumbando, hasta tal punto que ha tenido que ir cambiando a lo largo y ancho del 2010 su política en los principales puntos que la definían. Adiós a las políticas sociales hacia los parados de larga duración y de fomento de la natalidad, adiós a su luna de miel con los sindicatos, adiós a su intento de unas relaciones internacionales distintas y más a la izquierda de las practicadas por su antecesor de La Moncloa.

De bruces contra la realidad de las finanzas mundiales y la dictadura de los llamados mercados, el presidente ha ido a menos mientras que sus rivales iban a más. Si en los sondeos hasta mediados de año aún se mantenía igualado con Mariano Rajoy a partir de ese momento veía como el líder de la oposición le adelantaba de forma personal, al tiempo que el PP se alejaba hasta conseguir más de quince puntos a su favor, una diferencia que a la mayoría de los analistas se le antoja insalvable y que tendrá su primera prueba real en los comicios municipales y autonómicos de mayo del 2011, una cita que es acogida con temor por parte de todos los presidentes autonómicos y alcaldes socialistas en ejercicio y del resto de aspirantes del PSOE, que temen recibir en sus carnes un castigo que estaría dirigido a su secretario general.

A lo largo de 2010 Rodríguez Zapatero ha tenido que prescindir o cambiar a alguno de sus más cercanos colaboradores, empezando por la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega y terminando por la ministra de Igualdad, Bibiana Aído. Ha tenido que afrontar una huelga general lanzada por los sindicatos ante su propuesta de alargar la edad de jubilación hasta los 67 años. Ha visto como algunos de los dirigentes de su partido le criticaban de forma directa y le pedían cambios de rumbo en su política. Ha asistido al fracaso de la presidencia española de la UE, con una Angela Merkel y un Nicolas Sarkozy que tomaban decisiones a nivel europeo sin consultarle, y lo que a nivel personal y anímico puede que haya sido lo peor: se lanzaban todo tipo de rumores sobre su familia y el cansancio que tenía de vivir en el palacio de La Moncloa.

Día tras día y semana tras semana ha asistido a una pregunta recurrente en los medios de comunicación y en casi todas las conversaciones de dirigentes políticos, económicos o sociales: ¿se va a volver a presentar para una nueva reelección, dejará ese puesto a otra persona, convocará elecciones anticipadas o abandonará el puesto dejando que sea otro socialista quien termine de apurar el vaso de acíbar que tiene el Gobierno sobre la mesa?. Las quinielas de posibles sucesores se han ido amontonando a lo largo del año hasta la última crisis con el encumbramiento de Alfredo Pérez Rubalcaba que se ha convertido en el recambio, el parapeto, el aglutinante de casi todo, junto a un ministro de Fomento y vicesecretario del PSOE que recuperaba su poder interno al conseguir desplazar a Leire Pajín al Ministerio de Sanidad y que el puesto de Secretario de Organización fuera para el actual presidente de Aragón, Marcelino Iglesias.

Más aislado que nunca, con menos seguidores que nunca, con la percepción de que entre los suyos también se le ve como un problema de cara a minimizar los posibles daños electorales de los futuros comicios, el presidente del Gobierno no parece que tenga intención de arrojar la toalla. Tal vez porque se le vería como la persona que abandona el barco en plena tempestad, una suerte de huída que acabaría por convertirle casi en un proscrito. Otra cosa es que tras los resultados de mayo sea el propio partido el que le plantee la necesidad de un cambio. ¿Razones? La pérdida de dos o tres Comunidades autónomas que ahora gobierna el PSOE y de la mayor parte o la totalidad de las capitales de provincia, algunas tan singulares como Barcelona o Sevilla.

Pintan bastos para el PSOE y su líder en el año que va a comenzar y no se ven en el horizonte medios y actuaciones que puedan variar sustancialmente ese juicio. Una de las posibles buenas noticias, el fin de la violencia por parte de ETA apenas cotiza en la bolsa de valores, sin que le quite importancia a ese hecho. Lo que prima y va a primar es la economía y la salida de la crisis y en ese aspecto a corto plazo lo mejor que nos puede pasar es que no aumente la prima de riesgo país, que no haya más actuaciones salvajes como la de los controladores aéreos, que las reformas necesarias y dolorosas se pongan en marcha y que nuestra débil economía pueda empezar a crear puestos de trabajo.

Puede que Zapatero llegara al poder cargado de las mejores intenciones sociales, pero la crisis ha enterrado todo ese esfuerzo. Puede que ya en el 2004 se estuviera larvando la gravísima enfermedad actual pero quién está pagando los platos rotos, como no podía ser de otra forma, es el que detenta el poder. Y el presidente del Gobierno puede que pase a la historia como el primero que ganó a la primera unas elecciones generales, el primero que pasó del anonimato a la gloria, pero también como el hombre que llevó a España al peor de los escenarios posibles en el peor de los momentos de nuestra reciente andadura como país.