FIRMAS

Las sucesiones (casi) imposibles

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Ya no nos conformamos los políticos y los periodistas con plantear y debatir sobre la sucesión o cambio de Mariano Rajoy al frente del Partido Popular. Ya cansa, tras un fracaso tras otro en las predicciones e interesados consejos a unos dirigentes que nunca darán un paso más largo que otro, por mucho que hablen y hablen fuera de cámaras y micrófonos. Hoy por hoy el líder del PP es intocable y será, salvo que ocurra una catástrofe interna en esa formación, el candidato a las generales del 2012.

Ni el eterno Ruiz Gallardón, ni la inquieta Esperanza Aguirre, ni el siempre esperado Rodrigo Rato están para más fiestas que las propias, es decir: seguir peleando por mantener la capital del Estado bajo los colores populares; hacer lo mismo con la primera Comunidad política y económica de España; y demostrar a partir de febrero en Caja Madrid que además de gobernar un Ministerio y el FMI se sabe relanzar una Caja de ahorros en el nuevo marco financiero que está comenzando. Del resto de dirigentes, ni están, ni se les espera, ya se llamen Alberto Núñez Feijóo, Javier Arenas o Francisco Camps.

Demostrado que por más encuestas que se pongan sobre la mesa don Mariano no tiene ninguna intención de arrojar la toalla en cuanto a liderazgos se refiere, y que con equipo propio o sin él dentro del partido no tiene gallos en su corral que puedan disputarle el cargo, y que – por si fuera poco – pasito a pasito su equipo va ganando partidos y metiendo goles: europeas, Galicia, País Vasco… Cataluña, municipales y autonómicas del 2011, no tiene ninguna prisa por cambiar de estrategia. Reconoce que no tiene el carisma de algunos de sus antecesores pero está convencido de que la crisis económica y los errores de su adversario le entregarán la llave de La Moncloa dentro de dos años.

Así las cosas algunos se han empeñado en entrar en el debate de la otra sucesión, la del propio Rodríguez Zapatero, tan ( casi ) imposible de suceder como la de su rival en las urnas. Dado que el presidente del Gobierno no ha dicho ni si ni no a su continuidad en el puesto, o lo que es lo mismo: a su candidatura en las elecciones generales del 2012, pues a inventarse crisis internas y aspiraciones imposibles, con nombres tan improbables como recurrentes: desde José Bono a Patxi López, pasando por José Blanco, que como se ve es jugar a lo seguro, sin romperse demasiado la cabeza.

En uno y otro partido existen voces críticas y discrepantes con la actuación de sus respectivos líderes. Algo tan normal que no puede o no debería convertirse en noticia salvo que se hicieran públicas con nombre y apellidos. Existen desde que se inició la democracia y hasta, en algunos momentos, llevaron a retiradas estratégicas y controladas como la que realizó Felipe González con motivo del abandono del marxismo por parte del PSOE, bien cubiertas las espaldas por Alfonso Guerra; o la que realizó Manuel Fraga para volver y quitar de un plumazo a Hernández Mancha, y que supuso al fin y al cabo el segundo peldaño para la llegada de José María Aznar al poder del Estado. Pero en España, en nuestro hoy es impensable que dos ministros o consejeros autonómicos o dirigentes de partido pidan como en Gran Bretaña una votación secreta sobre el líder y su idoneidad para encabezar las listas electorales. Cuestión de experiencia democrática y de usos y costumbres anclados en la propia historia del país.

Existen las peleas, sobre todo cuando ya se ha hecho la sucesión: la hubo en el adiós de Felipe González entre José Borrell y Joaquín Almunia y como ninguno cuajó no tuvieron la necesidad de enfrentarse a su antecesor al frente del Gobierno y del PSOE. Eso sí le ha pasado a Zapatero, que al final siempre consigue que Felipe esté donde él quiere que esté por más veces que le critique en privado o más discrepancias en cuanto a salida de la crisis exprese en artículos e intervenciones públicas; y le está ocurriendo a Rajoy con José María Aznar, que un día sí y otro, también, se desmarca de la estrategia de quien puso como sucesor y que no le “llama” con la intensidad que desearía . Y en otros niveles le ocurrió a Eduardo Zaplana con Francisco Camps en la Comunidad Valenciana desde el minuto uno del resultado positivo de las urnas; a Rodríguez Ibarra con Fernández Vara en Extremadura, aquí con guantes de seda; a José Bono con José María Barreda sobre todo a la hora de colocar nombres en los equipos de gobierno y de representación; y a Manuel Chaves con José Antonio Griñan, que han tenido que firmar la paz antes casi de que estallara la guerra. Ya se sabe que los hijos siempre se creen en la obligación de “matar” al padre, incluso cuando éste es discreto y hace mutis por el foro.

Salvo que se produzcan acontecimientos y circunstancias excepcionales, dentro de dos años lo que tendremos será el tercer y último combate electoral entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Pronosticar el resultado sería otro ejercicio inútil ya que la vida política está sometida a una aceleración que echa por tierra las especulaciones. El Partido Popular tiene ventaja sobre el PSOE como formación. Zapatero la tiene como líder. Y la decisión final está en manos de 22 millones de españoles, que son los que se reparten las dos grandes formaciones del país.