Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Dentro y fuera del PSOE y del Gobierno apostaban por un cambio de ministros amplio e importante antes del verano, para que así el nuevo gabinete pudiera afrontar los seis meses previos a la presidencia europea con garantías y un cierto rodaje.
Las dudas no estaban en la necesidad urgente del relevo de muchos de los titulares, se referían hasta hace unos días a la mejor de las fechas para hacerlo: unos apostaban por llevar a cambio la remodelación antes de las elecciones europeas y otros para justo después de esa cita con las urnas. Lo que ha ocurrido en la última semana modifica los tiempos y creo que puede llevar al presidente del Gobierno a acelerar sus planes. De hecho, la salida del ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, tras la polémica por su cacería en compañía del juez Garzón y la huelga de jueces, podemos considerarla como un anticipo de la gran crisis.
El actual Gobierno hace aguas por los cuatro costados: la sociedad no percibe la acción de los ministros, la mayoría está “desaparecido” y a la espera de su relevo y sólo la cita electoral en Galicia y Euskadi ha podido “tapar” la urgencia que tiene Rodríguez Zapatero para modificar no sólo el equipo a nivel de nombres, también a nivel de estructura o empleando un símil futbolístico, de forma de juego. Y aquí puede radicar una de las grandes novedades del cambio, novedades que ya fueron estudiadas antes de las elecciones generales del año pasado y que se quedaron en el cajón de la mesa del presidente. Esas modificaciones, esa nueva estructura, se estructuraban en torno a tres vicepresidencias: una política, una económica y una social; y en ellas los actuales ministros pasaban a depender de una especie de coordinador de área, con lo que los Consejos de gobierno podemos decir que se convertirían de hecho en lo que hoy es la Comisión de subsecretarios, y sería ese núcleo duro, con la incorporación puntual del titular de la Cartera que se creyera oportuno, el que tomaría las grandes decisiones.
El estudio lo coordinaron desde la jefatura de Gabinete del presidente, de la mano de José Enrique Serrano y Enrique Guerrero, con la participación entre otros de Andrés Torres Mora, una persona muy ligada desde el 35 Congreso del PSOE a Zapatero. La vicepresidenta le dio el visto bueno pero, finalmente, el líder socialista decidió dejarlo para mejor ocasión.
Si ahora y ante la necesidad de trasladar a la opinión pública mucho más que nombres y un nuevo y agresivo programa de lucha contra la crisis, el jefe del Ejecutivo se decide a ponerlo en marcha, éste puede ser uno de los grandes argumentos electorales de cara a la cita del próximo junio con los comicios europeos. No es posible dejar a un lado que en Galicia el gran vencedor a nivel nacional ha sido Mariano Rajoy y que el que ha perdido es Zapatero; y que en Euskadi, Patxi López, necesita al popular Basagoiti para poder desplazar al PNV y al hasta ahora lendakari, Juan José Ibarretxe, dado que el PP no se ha hundido y tiene en sus manos la gobernabilidad del País Vasco y el hecho histórico de que sea un no nacionalista el que dirija ese territorio los próximos cuatro años.
Sea por los errores del tandem Touriño- Quintana, sea por los efectos de la famosa cacería y la dimisión del ministro Bermejo, sea por los problemas específicos de Galicia, lo cierto es que la crisis económica empieza a pasar factura al Gobierno de Zapatero, y ese fenómeno no dejará de crecer en los próximos meses. Si el PP vuelve a ganar en las elecciones europeas y lo hace con un margen importante sobre los socialistas, la crisis se habrá trasladado de la madrileña calle Génova al palacio de La Moncloa, y el que tendrá que empezar a preocuparse por su propio futuro en las urnas será el líder del PSOE.
El mejor y casi único antídoto –salvo entrar en una guerra abierta de dossiers y denuncias con la nueva judicialización de la política que amenazaría a todo el equilibrio del sistema– es el cambio urgente de nombres en el Gabinete. Y el gran área del cambio es la económica, en la que el vicepresidente Solbes parece haber cerrado su propio círculo de servicio al estado. Ese cambio, más los que deberían producirse en Industria, Fomento y Vivienda, por no entrar en las áreas más sociales de Educación, Cultura e Igualdad, es el que marcará las intenciones de reformas y combate contra la recesión que tenemos y contra la deflación que nos amenaza.