Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Menos mal que esta legislatura iba a ser la del fair play, el talante o el buen rollito, llámesele como se quiera, entre las tres formaciones, PP, PSOE e IU, con mando en plaza autonómico y municipal. Pero la realidad es tozuda, y los encontronazos, unos públicos como los del Gobierno de Esperanza Aguirre y el PSM de Tomás Gómez, otros subterráneos como los de los socialistas con sus supuestos parientes pobres de Izquierda Unida, trasciende ya la Asamblea de Madrid, para enrarecer, y no poco, la vida política de los municipio e, incluso, la memoria, actual e histórica, de los partidos. En el epicentro más visible de estas desavenencias continúa estando la Sanidad madrileña y su imparable guerra de cifras entre el Ejecutivo regional y el partido de Tomás Gómez, empeñado en dejar fuera de juego también a quienes se sitúan a su izquierda en el arco político regional, con su intento de fagocitar en exclusiva las protestas sanitarias ciudadanas, mientras que, por otro lado, mantiene abierta una participación privada en el ámbito sanitario del 14%. (Por cierto, el porcentaje en cuestión trae de cabeza a propios y extraños, que todavía se preguntan sí la cifra en cuestión esconde quizá algún matiz cabalístico). Nada diferente, por otra parte, a lo que se plantea en el ámbito educativo. Cierto que el continuo choque de trenes de Aguirre y Gómez ha tenido algo, o mucho, de escenográfico. Los socialistas han puesto acotaciones a la política económica de Aguirre, pero, obviamente sin decirlo, mantienen un fondo de coincidencia “liberal” sobre el futuro de los servicios públicos (no son pocos los ayuntamientos del PSOE que privatizan las limpiezas, las actividades deportivas o culturales y no es descabellado pensar que si políticamente pudieran, que duda cabe que ampliarían el espectro). Tibieza socialista también en la polémica de la Ley de Cajas y, salvo la privatización del Canal de Isabel II en la que los socialistos se han posicionado en contra, respaldo a la supresión de impuestos como el de Patrimonio. Es decir, mucho ruido pero saboreando alguna de las mismas nueces, mientras que IU ayuna en la soledad de su condición minoritaria. Sin embargo, es en el contexto partidista donde la pelea Aguirre-Gómez amenaza con volver a relegar los problemas reales del ciudadano en aras de una trifulca ideológica y partidista entre quienes ya han anunciado que optarán a la presidencia autonómica en los comicios de 2011. Se desafían en el uso de la Asamblea de Madrid, algo en lo que para que engañarnos el PSM se ha pasado tres pueblos, porque sí nadie debería poner traba alguna a que el líder de los socialistas utilice el púlpito vallecano para lanzar sus mensajes, sí cabe preguntarse a cuenta de qué viene esa cruzada por reunir a la ejecutiva de su partido en el hemiciclo autonómico. (Qué pasaría si Aguirre trasladara las reuniones de su dirección desde Génova a la Asamblea o IU a su consejo político). Ganas de convertir el debate político en sainete, aunque con ello hayan conseguido, eso sí, sacar a la presidenta de los populares de quicio y evidenciar el lado más intransigente de la jefa de filas de los populares. El desafío de Aguirre y Gómez no queda aquí, en una especie de duelo al sol, uno y otro han entrado en una enloquecida espiral de retarse para demostrar quien tiene el linaje político más inmaculado y quien representa y defiende mejor el espíritu de la Constitución, mientras de paso se saca a pasear, especialmente por parte de la líder del PP, la tan traída y llevada memoria histórica. Mientras atruena social y económicamente, PP y PSOE se entretienen en reprocharse mutuamente sí tal o cual de sus acciones son o no democráticas o sí éste o aquel han pagado como debieran sus cuentas con el pasado. Exponente claro del irrespirable clima que se está adueñando de la política madrileña han sido las palabras de Aguirre acusando al PSOE de pasado violento o las del portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, David Pérez, que ha venido a decir que su partido no acepta “ni media lección democrática del partido del Gal”. A las que hay que sumar las de Tomás Gómez aludiendo a que los “insultos” de Aguirre son fruto de su excitación por la proximidad del 20-N. Todo ello, simplemente, lamentable, mientras que en el horizonte UGT dibuja una probable huelga general para res-ponder a la presidenta del PP.