Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La semana pasada decía un servidor en esta tribuna que andan todos los colectivos fustigando a diestro y siniestro, en un intento por no cargar con el muerto de la crisis. Semejante afirmación ha hecho llegar a la redacción del periódico decenas de mensajes afirmando que los empresarios inmobiliarios no son los causantes de la hecatombe mundial en la que vivimos. Dejando aparte los mensajes que dicen lo contrario, debo aclarar que nunca albergó mi magín la idea de que los inmobiliarios y constructores deberían ser condenados sin remisión a la hoguera por el estallido de la burbuja.
Nunca viene mal hacer un examen de conciencia, pero andamos en unas circunstancias en las que, a la mínima, te cuelgan el sambenito de culpable. Quizá sea por eso que los promotores rechacen toda responsabilidad en el bache por el que pasa la economía española. Decía el flamante nuevo presidente de APCE, José Manuel Galindo, que el sector tiene que reflexionar, sí, pero sin complejos.
A mí la afirmación de Galindo me suena a lema publicitario. Quizá sea porque, viendo que FCC pide el oro y el moro por su división de servicios, uno se pregunta si aparte de no tener complejos, tienen perspectiva. Bien es verdad que la exageración en el vendedor es una actitud que se da por hecha desde que el mundo es mundo, pero no deja de ser curioso que se dé en una situación en la que los bancos no te dan ni la hora cuando tienes algo que ver con el ladrillo. Cuanto más se necesite vender, menos hay que exteriorizar la necesidad de cerrar la operación.