Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
No hay día que algún actor del sector salga a la palestra para repartir unos cuantos azotes. Cuando había negocio, todos se dedicaban a la caza de la ganga que mejor les permitiese multiplicar los beneficios, a pesar de que sentían una alarma en su interior que les decía que todo no podía ser tan perfecto. Pero ahora que se acabó el maná, los anuncios de operaciones se han convertido en espectáculos de sadomasoquismo. Hay azotes para todos. Incluso hay espectáculos de autoflagelación, aunque estos son los menos y se hacen con la boca pequeña.
Las víctimas de estos últimos días son los banqueros, que andan tan ocupados en salvar el pellejo que no quieren entrar en rifirrafes. Pero antes que ellos, otros oficios también se llevaron lo suyo: tasadoras, consultores, inversores de distinto pelaje... Es curioso ver que todos afirman ser víctimas de la situación: la actividad se aceleró y no pudimos evitar vernos inmersos en la vorágine. Vamos, lo que decía Óscar
Wilde: "puedo resistirlo todo, menos la tentación". De autocensura, la justita y un poco menos.
Pero como siempre hay en todas partes gente que ya está de retirada y que lo mismo le da hablar que quedarse callada, también se pueden escuchar en los mentideros voces otrora poderosas que ahora ya están en el retiro. "Que nadie se engañe. No podemos decir que la culpa de la caída del mercado es de unos marcianos que vinieron y compraron el suelo para hacerlo subir por la nubes", afirmaba hace no mucho un antiguo directivo financiero. El culpable está entre nosotros. ¿O quizá sólo haya unos pocos inocentes?
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