Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Si a tu adversario le recortas el espacio que tiene para moverse, si “achicas el campo” en el que juega para que se le amontonen los problemas y las personas, no podrá controlar con comodidad el balón, fallará en las salidas hacia campo contrario y terminará asfixiándose el sólo. Esta es una de las máximas del fútbol moderno. Y para romper esa estrategia lo que debe hacer el equipo que está sometido a ella se imprimir velocidad a sus acciones, utilizar los extremos arrancando desde la propia defensa y, si tiene un buen “pasador” lanzar balones en largo al área rival y buscar el remate del gol.
Esta filosofía es aplicable, por supuesto, al baloncesto, en el que el pressing de dos o tres sobre el jugador que tiene la pelota le impide moverse con rapidez, el obstaculiza el pase a canasta y, con un poco de suerte, hasta pierde su oportunidad y se la entrega al contrario.
Pues bien, el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, es un amante del fútbol y del baloncesto por confesión propia. Y está aplicando esa forma de jugar en el aún más apasionante “deporte” de la política: les ha achicado todos los espacios a sus adversarios, desde el PP a Izquierda Unida, pasando por los nacionalistas de todo tipo y condición. Y ni unos, ni otros son capaces de imprimir velocidad parlamentaria y ciudadana a sus críticas, no son capaces de rebasar a la defensa gubernamental pese al mal estado del “campo” en el que juegan, y mucho menos lanzar un buen balón sobre la preocupante área económica. También es verdad que se han quedado sin rematadores y que los “fichajes” estrella chupan banquillo con estoicismo mientras esperan ofertas para marcharse a “otras Ligas”.
Veámoslo por partes empezando por los nacionalistas: con una aparente estructura fragmentada del PSOE por autonomías y con mensajes adecuados a cada una de ellas, pese a las contradicciones en el conjunto del estado, ha conseguido que tanto CiU, como Esquerra Republicana, PNV, BNG y los canarios pierdan fuerza política y estén a punto de perder fuerza parlamentaria para las próximas elecciones generales. Rodríguez Zapatero deja que José Montilla en Cataluña encabece las reivindicaciones estatutarias más nacionalistas con lo que “achica” el espacio de Artur Mas y de Puigcercós; algo similar le permite a Pérez Touriño en Galicia respecto a Anxó Quintana; y en el País Vasco el “achique” es doble: echa al monte a los peneuvistas de Ibarretxe que arrastran a los moderados de Urkullu, y con Patxi López se presenta como la única alternativa españolista posible frente a María San Gil y los suyos.
A su izquierda apenas queda nada: desarbolada Izquierda Unida, sin liderazgo, sin ideas, rota a nivel nacional, el “achique” ideológico desde una praxis gubernamental de medidas sociales de carácter publicitariamente progresista que le han llevado hasta crear un Ministerio de Igualdad, sólo tiene que esperar a recoger los últimos frutos. Tiene razón el Rey cuando dice que el presidente del Gobierno sabe lo que quiere y hacia dónde va pese a los aparentes bandazos: en este aspecto, aglutinar en el PSOE el voto de todo lo que existe desde el centro a la izquierda, algo similar a lo que logró José María Aznar con la derecha española a partir de 1990 tras el Congreso del PP de Sevilla.
El plato fuerte de esta forma de “jugar” en el estadio de la política, el rival al que ha conseguido “meter” en su propio campo, del que no sabe salir y desde el que “dispara” hacia su propia meta, es el Partido Popular: al organizador, a Mariano Rajoy, le invita cada día a acercarse al centro sabiendo que la forma de jugar de su equipo durante los últimos doce años requería una “condición física”, unas dotes de mando, un “control del balón” que el político gallego no tiene. Eran los tiempos de José María Aznar, Francisco Alvarez Cascos, Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja, Angel Acebes o Eduardo Zaplana, por no alargar el elenco. Así un día con otro día se queda sin extremos, se le deshace la defensa, se inculpan de los errores y de la anárquica forma de jugar los dirigentes, y desaparece la delantera que debía presionar al adversario en el poder.
Zapatero ha tenido la habilidad y la suerte ( que siempre viene bien y hay que buscarla ) de que tras dos derrotas sucesivas, el líder de la oposición intente cambiar el estilo político de su partido con un “vestuario” duro y veterano, que se le ha puesto enfrente y golpea sin piedad, ni concesiones, al aparente nuevo banquillo con Soraya Sáenz de Santa María, Esteban González Pons, José María Lassalle, y Núñez Feijóo al que le falta casi de todo. Y con el mejor de sus delanteros posibles con el astrágalo roto por una entrada del propio líder en uno de los entrenamientos.
Rajoy está presionado desde el centro por un PSOE y un Gobierno que le han tomado la delantera en todo, y desde su derecha por unos dirigentes que no le reconocen ya ni su autoridad, ni su poder. La frase de hace apenas 48 horas de Rodrigo Rato dirigidas a su compañero de partido, cargada de ironía tras la renuncia de María San Gil, es el mejor de los ejemplos: “Mariano es capaz de soplar y sorber al mismo tiempo”. Un desgaste de huidas, abandonos y declaraciones que se extienden a su alrededor y que buscan su completa asfixia antes de junio y del Congreso. Si todo ello no está programado y controlado, lo parece. Y si es la suma de reflexiones y actitudes personales, el resultado será el mismo: convertir al presidente del PP en el problema del PP.
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