Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
España entró a formar parte del euro en el furgón de cabeza. Eso supuso un importante esfuerzo para cumplir los criterios de convergencia europea que establecía el Tratado de Maastricht y que hacían referencia a la inflación, el déficit público y los tipos de interés.
Fue la decisión firme de los gobiernos de Felipe González y José María Aznar la que obró un milagro que sorprendió a propios y extraños y que posibilitó que un país que históricamente había lucido más como rezagado llegase a tiempo a una cita histórica.
Fue Pedro Solbes quien comenzó a desarrollar la real política económica que luego fue continuada y culminada por el primer gobierno de Aznar, y que tuvo como triunfo la entrada de España en la Europa de los Once, ahora de los Doce. Gracias a la contención de la inflación, el Banco de España pudo aplicar una política monetaria laxa que permitió cumplir el criterio de tipos de interés.
El culmen fue cuando, en una acción concertada en los últimos días de 1998, los bancos centrales de los países euro cedieron sus respectivas autonomías al Banco Central Europeo con una acción concertada en forma de recorte de tipos hasta un unánime 3%. Fue el preámbulo a la entrada del euro por la puerta grande.
La caída de tipos de interés provocó un vuelco de los ahorradores a mercados de riesgo, como la Bolsa, que comenzó a captar flujos de dinero que hasta entonces habían estado depositados en deuda pública y en imposiciones a plazo fijo, la opción preferida de unos ahorradores faltos de cultura financiera porque daban rentabilidades ciertamente interesantes sin mayores complicaciones y sin riesgo alguno.
El camino de la convergencia provocó que los tipos hipotecarios descendieran drásticamente a medida que el euro se iba conformando como una realidad tangible en el horizonte europeo. Ese abaratamiento del precio del dinero, unido al efecto riqueza derivado de la exuberancia irracional de los mercados de valores, se dejó sentir sobremanera en el mercado inmobiliario, que hoy todavía disfruta de las consecuencias de la convergencia.