Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Se puede ignorar la realidad durante algún tiempo, pero no indefinidamente. Esto ha pasado con la burbuja inmobiliaria. Se veía venir, pero se negaba, hasta que ha acabado estallando. El resultado de este estallido es que en España hay medio millón de viviendas sin vender, por la sencilla razón de que los potenciales compradores, ante una recesión económica que también se negaba, inútilmente, no están ahora en condiciones de embarcarse en una larga hipoteca que no hace más que subir.
Ante esta situación, los promotores y constructores inmobiliarios han pedido ayuda al Gobierno. Es curioso comprobar que, cuando a determinados sectores les van bien las cosas, no se suelen acordar del Gobierno, pero cuando se tuercen, acuden a él en busca de ayuda. El secretario general de la Asociación de Promotores y Constructores de España, para dar más fuerza a sus peticiones, ha dicho que “si nosotros no vendemos, Hacienda no obtiene ingresos y, además, tendrá que pagar subsidios de paro”. Es una afirmación cierta, que puede perfectamente aplicarse a otros sectores. Pero ¿quién tiene la culpa de que no se vendan apenas viviendas en los actuales momentos, sino los que pretendían seguir vendiendo pisos un 30 o un 40 por ciento más caro de lo que sería razonable? El resultado es que no se vende un piso ni a tiros, salvo de protección oficial.
Es bueno que se incentive la venta de viviendas, pero a precios razonables, no abusivos. Si una vivienda en régimen de cooperativa vale, por poner un ejemplo, cincuenta millones de las antiguas pesetas, y en venta libre se piden ochenta, es que el precio no es ajustado, aunque sea razonable un margen mayor por las ventajas que se den a las cooperativas.
En las calles de Madrid proliferan los carteles de “Se vende”. Con los actuales precios, habrá carteles para rato. Siempre quedará la solución del alquiler, con garantías para los propietarios, por supuesto. No es extraño que los pisos en alquiler hayan aumentado más del 50 % en el primer trimestre sobre el del año anterior. La cultura de la compra va a dar paso, quizá a la fuerza, a la cultura del alquiler.