FIRMAS

Alcaldes fuera

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Puede un alcalde aspirar a saltar a la arena política nacional mientras ejerce como tal? La realidad es que estando en activo, tampoco es habitual después, les resulta harto difícil verbigracia a unos estatutos que, si bien frenan su ascenso político no han puesto tantas pegas para sentarlos en consejos de administración.
Ni siquiera Alberto Ruiz Gallardón, pese a las excepcionalidades que contempla su partido, ha logrado superar el maleficio que asiste a la vida municipal. El alcalde de Madrid ha quedado noqueado por decisión de Rajoy, a pesar de que el gallego le hizo durante los años de legislatura sentirse uno de sus hijos bien amados, dando alas a su deseo de estar en las listas.
Gallardón, al más puro estilo Sarkozy, nunca ha ocultado su ambición de elevarse al escalafón más alto de su partido, a cuyas servidumbres, aún siendo un verso suelto, siempre se ha plegado. Como explicar si no su aterrizaje en el Ayuntamiento de Madrid para convertirse en tutor político de la mujer de Aznar. Una Ana Botella, siempre por encima del bien y el mal de las cuitas fraticidas, que tras el todavía ambiguo deseo de Gallardón de abandonar la política tras las elecciones de marzo, tendría el camino libre para alzarse a la alcaldía capitalina.
Gallardón ha tirado del carro del municipalismo durante cinco años en espera de una oportunidad para saltar a la arena política nacional. Oportunidad que ha reclamado por activa y pasiva, para incomodidad de una Esperanza Aguirre que desde que ganó las elecciones de 2003 ha tendido claro que el mayor peligro para ella y sus ambiciones llevaba escrito el nombre de Alberto Ruiz Gallardón.
Cierto es que la presidenta del PP madrileño ha hecho lo posible y lo imposible para cerrarle el paso en las listas electorales, primero echando mano de los estatutos, amenazando con su dimisión como jefa del Ejecutivo regional después, pero el verdadero verdugo del alcalde capitalino ha sido un Mariano Rajoy, que como todos los líderes políticos lleva mal que los suyos expresen abiertamente sus expectativas de futuro.
Pese a su carisma, a su tirón en las urnas, a sus apoyos económicos, mediáticos y políticos, no tantos bien es verdad en su propio partido, Gallardón se ha convertido en el más claro ejemplo de las dificultades que entraña saltar desde un sillón consistorial, aunque sea el de Madrid, a la primera línea de la política y mucho menos a La Moncloa, cuyos inquilinos rara vez se han fajado en labores de gestión, excepto un José Mª Aznar que fue presidente de la Junta de Castilla-León.
Con menos trascendencia pública y cerradas “manu militari”, el PSOE también ha vivido este tipo de polémicas en la elaboración de sus listas, en el caso madrileño zanjadas hace unos días por Ferraz, que resolvió el asunto de las incompatibilidades estatutarias diciendo no a la inclusión del regidor socialista de Alcorcón, Enrique Cascallana, en las lista por Madrid.
El Federal del PSOE y más concretamente su secretario de Organización, el todopoderoso José Blanco, dejaba en papel mojado la teoría de la excepción del secretario general del PSM, Tomás Gómez, mandando a Cascallana al Senado e importando a un histórico de la Cámara Alta, Juan Barranco, a la candidatura al Congreso.
El sucesor de Tierno en la alcaldía de Madrid ocupa el puesto número doce del cartel electoral que encabeza Rodríguez Zapatero, un guiño, se interpreta entre los factótum del socialismo madrileño, a un acostismo al que Ferraz acaba de firmar la defunción. Dadas la estrecha relación entre Barranco y Pepe Acosta (más matizadas, bien es verdad, desde el apoyo del ex alcalde a Gómez), la inclusión del primero en la lista al Congreso se ve como la anestesia que Blanco ha puesto a la muerte política del jefe del acostismo. Un bálsamo que a buen seguro no resta regusto amargo a este histórico dirigente de la FSM en su salida del Hemiciclo de los leones.
Rifirrafes diferentes son los que se dilucidan en IU, aunque el quid de la cuestión de las listas lleve también el nombre de una ex munícipe, en concreto el de la ex alcaldesa de San Fernando, Monserrat Muñoz. Relegada como número dos de la candidatura de Gaspar Llamazares, puesto que ocupa el sindicalista Joaquín Nieto.
La ex regidora ha intentado situarse en una tercera posición, que parecía poder alcanzar, aunque un nombre, el de la ex diputada Marisa Castro, se ha cruzado en su camino.
Los rumores apuntan a que Castro, fundadora de la clínica abortista Isadora, habría dicho sí a la propuesta de IU, que encontraría con su fichaje un banderín de enganche para captar el voto femenino a raíz de la polémica suscitada con las clínicas abortistas. Muñoz, por tanto, puede ver comprometida la ansiada plaza, y aunque finalmente logre el puesto en la candidatura la obtención del escaño no va a resultar fácil. Lo dicho, las altas esferas de la política parecen vetadas para los munícipes.