FIRMAS

La foto de la tortilla

como la vida misma/Arturo Ruibal

Para los socialistas, merendar tortilla ha sido, y es todavía, un camino de perfección, una peregrinación a las fuentes del socialismo hispano más ancestral

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Arturo Ruibal
Para celebrar la buena marcha de la campaña, algunos dirigentes del PSOE madrileño habían decidido salir el Viernes Santo de excursión a merendar una tortilla. Algunos, los más veteranos, recordaron con lágrimas en los ojos aquellos tiempos en que no conocían el sabor de las angulas y creían que podrían cambiar el mundo.


Merendar tortilla ha sido, es todavía, un camino de perfección, una peregrinación a las fuentes del socialismo hispano. Se decidió, pues, que la emblemática tortilla sería merendada en la Casa de Campo, en una explanada cercana al Cerro de Garabitas.
El Viernes Santo amaneció soleado. Alguien había puesto un mantel sobre la hierba y algunos militantes cualificados merodeaban en torno a él más preocupados por su situación respecto a la tortilla. De pronto sonaron unos clarines y todos miraron hacia un bosquecillo cercano, del que se acercaban dos hombres de avanzada edad. Eran Felipe y Guerra, que caminaban silbando una cancioncilla pastoril; tras ellos corría Rubalcaba, que portaba con sumo cuidado un paquete, al parecer frágil. Nadie contaba con ellos pero nadie se atrevía a preguntarles a qué habían venido. Enseguida lo descubrieron: el paquete resultó ser una tortilla de patatas, la mítica tortilla que tanto juego había dado y que Felipe conservaba en su casa desde entonces. Por increíble que parezca, resultó ser de plástico, no comestible y sólo apta para ser fotografiada. Rubalcaba había preparado un trípode para inmortalizar el encuentro. "Que nadie toque la tortilla, advirtió Guerra, que todavía tiene que servir para muchas fotos". Y la cámara de Rubalcaba hizo click. Incapaces de contener su emoción, los jóvenes cantaron a pleno pulmón La Internacional, aunque Felipe y Guerra sonreían con excepticismo. Rubalcaba recogió la tortilla y la envolvió con esmero mientras del bosquecillo salían camareros con platos de jamón, gambas y otras viandas. Fue una jornada inolvidable.